Decepciones en Brasil

El intempestivo regreso de los fiscales Rafael Vela y Domingo Pérez de Brasil, sin que terminen las diligencias con los colaboradores de Odebrecht, luego de la firma del acuerdo con la empresa brasileña, ha desatado una serie de especulaciones. Si bien se ha explicado que el retorno se debe a problemas familiares de Vela, todo parece señalar que el verdadero motivo es la decepción de no haber conseguido pruebas en contra del ex presidente Alan García. Muy por el contrario, sorpresivamente uno de los colaboradores eficaces soltó una bomba nuclear, cuyas ondas expansivas seguirán causando destrucción: en el proyecto de la Interoceánica hubo coimas de US$ 45 millones y las empresas consorciadas conocían del asunto. Con los días, la magnitud de estas declaraciones se volverá evidente.

La manera como se desarrolló el acuerdo con Odebrecht, sin considerar cuestionamientos ni escuchar sugerencias; el apoyo del establishment —integrado por algunos medios tradicionales y los sectores que gobernaron con Toledo, Humala, PPK y Villarán— a este proceso y la forma como se informó sobre las declaraciones de un colaborador con respecto a una simulación en el contrato con que se pagó a García una conferencia en Brasil —que el líder aprista declaró a la Sunat, cancelando los correspondientes impuestos— nos revelan que el objetivo era estrictamente político: generar las condiciones para una detención preventiva del ex presidente aprista. Las portadas de los diarios, los reportajes radiales y televisivos, nos evidencian que se estaba aplicando el mismo software utilizado para el referéndum y las campañas de demolición contra Fuerza Popular y Pedro Chávarry .

¿Por qué la obsesión con García? Ya lo señalamos en una columna anterior: era la manera más directa de mantener “la ola anticorrupción” que lideraron el presidente Vizcarra y el establishment, que gestó una mayoría política que impulsó el referéndum y presionó a los magistrados para encarcelar a la dirigencia de Fuerza Popular solo con una investigación preliminar. Con los resultados de Brasil, las cosas parecen cambiar: García comenzará a estar libre en plaza para convertirse en una voz real de una oposición hoy inexistente (al margen de sus posibilidades electorales).

Sin detención preventiva para García, cada vez será más difícil de desarrollar la estrategia que judicializa a los adversarios y protege a los amigos. De otro lado, la decepción con el acuerdo de Odebrecht no solo provendrá de los sectores que lo cuestionaron (se consideró solo cuatro obras y una reparación civil de US$ 180 millones), sino de los propios fiscales, IDL-Reporteros y algunos medios tradicionales que, contra viento y marea, impulsaron el entendimiento con la empresa brasileña. El motivo de la desazón: se advertirá que los brasileños los trataron como adolescentes, mientras el odio contra García irá en aumento.

En la medida que el escenario de “la lucha contra la corrupción” —sin una eventual detención de García— puede debilitarse, desplazándose de las portadas de los medios a la lógica propia de jueces y fiscales, Vizcarra seguirá quedándose sin enemigos y sin elementos de distracción. En este contexto, el jefe de Estado enfrentará todos los problemas acumulados por la falta de gobernabilidad: caída en popularidad por falta de crecimiento, los fracasos en la reconstrucción y en la lucha contra la anemia, en el combate a la ola criminal y otros problemas.

Difícil panorama para el país. El bloque que lideró Vizcarra e hizo puré a la mayoría de Fuerza Popular, en base a la guerra política, comienza a languidecer. ¿Oportunidad para evitar la extrema judicialización de la política y pasar a los cruciales temas de la gobernabilidad y las reformas, y evitar una nueva etapa de retaliaciones? Ojalá alguien se anime a hacer política. Veremos.