LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
De la guerra política a la guerra contra el Covid-19
El estado desarmado frente al Covid-19
El Perú estaba saliendo de una guerra política, de un enfrentamiento entre la élite política, que había producido vencedores y vencidos circunstanciales, en el preciso momento en que la pandemia del Covid-19 se desató en el territorio nacional.
La mencionada guerra, que buscaba destruir a un sector político –convertido entonces en minoría– se envolvía en la llamada “lucha anticorrupción” y era extremadamente mediática. Si la aprobación del Gobierno y de los políticos en las encuestas dependían de esa guerra política, ¿cómo iba a existir energías para relanzar el crecimiento y el proceso de inversiones, enfrentar la creciente inseguridad ciudadana y reconstruir el norte, por ejemplo? El Estado, los políticos y las élites estaban absolutamente desenfocados de los problemas reales de la gobernabilidad. ¿Cómo entonces se iba a preparar el Estado para enfrentar la pandemia del Covid-19 escuchando las alertas internacionales? Imposible.
Hoy todos somos conscientes de que el Estado no está medianamente preparado para enfrentar la pandemia. No hay pruebas moleculares, respiradores ni equipos de protección especial para el personal de salud, policías o militares. Las cosas se explican por los problemas acumulados en décadas en el sistema de salud, pero el actual Ejecutivo no hizo nada, ignoró el problema. Hubo imprevisión general. No es hora de señalar responsabilidades, y solo una mentalidad envenenada por la guerra política podría desear el fracaso del Gobierno, a sabiendas que será la desgracia de los ancianos, los más pobres y los más desvalidos.
Pero vale recordar la guerra artificial que algunos fomentaron para entender por qué el Perú está desarmado. Nadie gobierna ni organiza un país con supuestas luchas anticorrupción. Los historiadores recordarán la guerra política antes del Covid-19 y establecerán símiles con las guerras políticas entre las élites antes de la Guerra del Pacífico y la humillación nacional que padecimos a manos del país del sur.
Si una guerra política artificial nos desarmó para enfrentar la pandemia, quizá una convergencia nacional nos podría salvar de mayores desgracias. Pero una apuesta de este tipo demandaría que el jefe de Estado y los líderes establezcan determinados tipos de acuerdo y convocatorias más amplias, incluso un Gabinete de Unidad Nacional.
Una apuesta de este tipo parece demasiado lejana para la actual administración, sobre todo si consideramos su trayectoria. Sin embargo, en tiempos de tragedia puede suceder lo inesperado. En España el Gobierno del PSOE-Podemos, una administración socialista-comunista que se propuso desarmar todos los fundamentos de la transición española moderna, hoy convoca a nuevos pactos de La Moncloa para esconder su fracaso en la lucha contra el coronavirus.
Los más pesimistas se preguntarán: ¿quiénes pueden hacer pactos nacionales si los líderes de la oposición están fuera de juego? En momentos como este ¡cómo se necesitan a los líderes, a los rivales políticos, para construir salidas y convergencias!
En fin, las cosas están demasiado complicadas en el Perú. No hay política, no hay una estrategia sanitaria más allá de la cuarentena y el confinamiento, mientras la economía se derrumba, el aparato productivo se destruye y las empresas quiebran. Pero los peruanos de buena voluntad tenemos que seguir apostando por una salida sanitaria que salve a la sociedad de una tragedia más grave, sin importar quién coseche políticamente.
Lo que sí es cierto es que después de la desorganización estatal en la lucha contra el Covid-19 todo cambiará radicalmente en el Perú: el Estado, la sociedad, la política e incluso las ideologías tendrán que ajustarse ante tanta imprevisión. Hay primeros responsables, es verdad. Pero todos somos responsables de alguna forma. A seguir peleando y a comprar pruebas moleculares y respiradores.
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