Cuatro meses de guerra total contra el Fiscal

 

Se han cumplido más de cuatro meses luego de que algunos medios de comunicación, las ONG de izquierda lideradas por IDL-Reporteros, grandes estudios de abogados y sectores vinculados a las administraciones de Toledo, Humala, PPK y Villarán, lanzaran una de las campañas de demolición más feroces de la reciente historia: por aire, mar y tierra se presiona para forzar la renuncia de Pedro Chávarry a la Fiscalía de la Nación.

La cantidad de ataques, mentiras y leyendas que se acumulan contra la permanencia de Chávarry solo se puede comparar con las campañas de aniquilamiento que desarrollaba el montesinismo y con las movilizaciones de histeria que se desataron en la elección de Fujimori en los noventa, con Humala el 2006 y el 2011, y contra Keiko Fujimori el 2016. Sin embargo, el Fiscal permanece en el cargo sin que se le mueva una ceja.

Todas las imputaciones en contra de Chávarry son humo y leyendas de un sector político. La pregunta que emerge es, ¿por qué el Fiscal se niega a renunciar frente a la ola que se levanta? Hoy parece evidente que la respuesta no viene de la política. Chávarry se ha tomado a pecho todos los ataques en su contra y ha decidido que no manchará su trayectoria intachable de cuatro décadas en el sistema de justicia, aceptando presiones políticas de una facción.

Los que intentan demoledor a Chávarry señalan que el Fiscal no da un paso al costado porque cuenta con el respaldo del fujimorismo. Semejante tesis se cae en el acto. Si el fiscal Domingo Pérez y el juez Concepción Carhuancho están pasando por una moledora arbitraria, que viola principios constitucionales y legales, a Keiko Fujimori y la dirigencia de Fuerza Popular, ¿se puede hablar seriamente de un respaldo político? Los pocos que hacemos periodismo en el Perú conocemos de la molestia de Fuerza Popular y el casi nulo contacto que este sector mantiene con Chávarry.

Y si Pérez está moliendo arbitrariamente a la cúpula de Fuerza Popular y, en pared con IDL-Reporteros, se ha propuesto encarcelar a Alan García para que toda la oposición política del Perú sea neutralizada, ¿por qué extraña razón se siguen levantando los gritos de terror contra la permanencia de Chávarry? ¿No deberían más bien apoyar a un Fiscal que no ha removido a Pérez y corre el riesgo de enemistarse con el fujimorismo? La respuesta es simple: Chávarry no es manejable. Es un magistrado de verdad. Jamás jugará como Pérez y Carhuancho que detienen políticos porque el situation room indica que se acaba el tiempo para el sector judicial que controla IDL-Reporteros.

Sin embargo, la facción judicial de izquierda que lidera Pérez ha quemado todos sus cartuchos y ha disparado directamente a la cabeza de Chávarry. El Fiscal no ha caído en la provocación, seguramente aconsejado por los magistrados más cazurros de la Fiscalía. Pero si Chávarry permanece más horas y días, Pérez será removido. Será casi como el resultado de una ley física.

De allí que, en los próximos días, IDL-Reporteros y Pérez intentarán cercar a García a sabiendas de que, como se dice, se les acaba la gasolina. Si Pérez lograra la detención de Keiko y García, él se tornaría, prácticamente, en invulnerable. Terrible que los asuntos judiciales que implican la libertad de políticos se parezcan a movidas de un ajedrez político.

En cualquier caso, las cosas parecen simples. Si Chávarry permanece amainará la judicialización de la política, se acabarán las investigaciones selectivas, se procesará a la gran megacorrupción Lava Jato y se recuperará la institucionalidad del Ministerio Público, hoy envilecida por el control izquierdista. Con Chávarry caerá quién tenga que caer. Y los gritos de espanto parecen provenir de esa constatación.

 

Víctor Andrés Ponce

 

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