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Crónica legislativa

Después de la presentación de Villanueva

Crónica legislativa
Víctor Andrés Ponce
21 de septiembre del 2018

 

El presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, se presentó ante el Congreso, donde propuso que la moción de confianza del Ejecutivo incluyera la aprobación de los cuatro proyectos de reforma constitucional —presentados por el Ejecutivo— y el plazo del referéndum, hubo un cambio radical en el Legislativo. De pronto todos los partidos se percataron de que las decisiones asumidas luego del mensaje del presidente Vizcarra el domingo pasado, en la práctica, estaban clausurando el Congreso ante un Ejecutivo que avasallaba.

Quizá la grosería de Villanueva —retirarse del hemiciclo negándose a escuchar el debate— activó las alarmas y, de pronto, todos advirtieron que el Legislativo no podía abdicar de las facultades establecidas en la Constitución. Una poderosa energía movió el tablero y, si bien es evidente que Vizcarra es el ganador de la coyuntura, la situación política sigue siendo compleja y hasta más enrevesada luego de que el Legislativo otorgara la confianza.

Recuérdese que el lunes, al día siguiente del mensaje dominical, la Junta de Portavoces del Congreso acordó citar a Villanueva el miércoles —aclarando que no se podía convocar Legislatura Extraordinaria en periodo ordinario— y se comprometió a discutir los cuatro proyectos hasta el 4 de octubre. Es decir, todas las iniciativas iban a referéndum, al margen de algunas propuestas cantinflescas. El Congreso bajaba la cerviz, se sometía.

Es casi seguro que ante esta situación Jorge Nieto, Carlos Basombrío y Walter Albán recomendaron que Villanueva lanzara fuetazos en el Congreso. El ingenuo político pisó la cáscara de plátano, lanzó fuego y azufre en una entrevista en El Comercio y entró al hemiciclo a humillar. El resultado: Villanueva rompió todos los puentes con los partidos y la oposición (¿Nieto, Basombrío y Albán, al Gabinete?), mediatizó el triunfo de Vizcarra en la coyuntura y los partidos del Congreso reaccionaron.

Al día siguiente, la Comisión de Constitución suspendió sus sesiones y la pregunta que comenzó a flotar en el ambiente era alrededor de cuántas iniciativas iban a someterse a referéndum, e incluso si iba a haber la mencionada consulta popular. La moción de confianza no solo empoderaba al Ejecutivo, sino que el Congreso recuperaba iniciativa, Villanueva bajaba el tono y el presidente Vizcarra decía que todos ganaban.

Es evidente que el Congreso procesará los proyectos al margen de cualquier presión. De alguna manera es lo que corresponde. La primera asamblea del Perú no está discutiendo reformas al reglamento de una federación universitaria sino la modificación de la Carta Política. Las reformas constitucionales deberían durar décadas y por qué no doscientos años a semejanza de la gran nación del norte. Sin embargo Villanueva y Vizcarra, convertidos en tablistas de la ola popular que alientan los medios y las encuestadoras, creen que están en las asambleas populares de sus respectivas regiones.

Ante esta situación, ¿cuál será la decisión de Vizcarra? ¿Cerrar el Congreso? ¿Cómo? Claro que lo puede hacer, claro que puede escuchar la sugerencia de los ex ministros izquierdistas de PPK, pero desgraciará su vida hasta el final de sus días. Basta recordar las tragedias de Leguía y de Fujimori, quienes cerraron el Legislativo. Pero el calvario no solo fue de los jefes de Estado, sino también de los colaboradores que alentaron la ruptura constitucional.

De alguna manera Vizcarra comenzará a ser preso de su propia estrategia. No se puede lanzar a los ejércitos para renunciar a tomar la capital enemiga. ¿Qué pretendemos decir? Que Vizcarra ha optado por la guerra, por la estrategia cortoplacista de golpear a un Congreso con alta desaprobación para subir puntos en las encuestas, mientras se vela los grandes problemas de gobernabilidad. La única manera de ganar esa guerra —como en todas las guerras— es eliminando al rival. ¿O no?

La estrategia de largo plazo es la estrategia democrática. Es decir, la decisión de utilizar el respaldo popular para forzar las convergencias y obligar a los acuerdos, con objeto de concretar las reformas urgentes y organizar la gobernabilidad. Ese camino no es tan popular en el presente, pero determina el triunfo en el mediano y largo plazo. Construye un gobierno exitoso y un buen candidato en el 2026. Veremos.

 

 

Víctor Andrés Ponce
21 de septiembre del 2018

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