LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Constituyente y psicosociales de golpe
La supuesta estrategia para cerrar el Congreso
Es evidente que el futuro de las instituciones republicanas se juega en la decisión que tomará el Congreso con respecto a la propuesta de adelantar las elecciones presentada por el Ejecutivo. Los actores políticos decidirán, pues, si la crisis política se resuelve de acuerdo lo establecido en la Constitución o si circunstancias o mayorías pasajeras llevan a modificar la Carta Política a gusto y paciencia de caudillos, tal como ha sucedido en las democracias plebiscitarias de la región. Gracias a Dios que en el Legislativo ha surgido una amplia mayoría dispuesta a defender el orden constitucional.
Sin embargo, a medida que se acerca el mencionado desenlace republicano, los psicosociales acerca de un eventual golpe de Estado o de un cierre forzado del Congreso se multiplican. En la medida que la propuesta de Vizcarra carece de respaldo de masas, las que se movilizan exigiendo “que se vayan todos”, y que tampoco cuenta con el apoyo del empresariado, de las Fuerzas Armadas ni de la policía, en la reunión de Vizcarra y las bancadas comunistas, al parecer, se acordó lanzar el psicosocial de la convocatoria a una constituyente. La respuesta republicana debe ser frontal, sin medias tintas: si el presidente Vizcarra, algunos de sus ministros y algunos congresistas quieren jugar con la constituyente, simplemente se ponen fuera de la Constitución y la ley. Y todos sabemos que el final de los golpistas es la cárcel, porque las repúblicas se defienden. Punto.
El objetivo de este psicosocial es un uno solo: erosionar la sólida mayoría parlamentaria que se formado en el Congreso para defender a la Constitución de la estrategia plebiscitaria del Ejecutivo. Igualmente días atrás se difundió un rumor: la Diviac, de la policía, controlaba los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y se encargaría de cerrar el Congreso.
Esta versión casi hollywoodense de una dependencia policial, sin embargo, se asumió como cierta y posible por algunos parlamentarios. ¿Por qué los congresistas son más propensos a aceptar este tipo de versiones? Todos sabemos que, al menos hasta hoy, nuestras Fuerzas Armadas no están dispuestas a aceptar los viejos métodos montesinistas, que utilizaban a sectores de la policía para controlar los sistemas de inteligencia.
La pregunta entonces sigue en pie: ¿por qué tanta credibilidad parlamentaria? De alguna manera, desde el referendo hasta hoy los congresistas de la República no solo han sido demolidos por razones justificadas, sino que también existió un plan para destruir la moral parlamentaria. Desde denuncias sobredimensionadas por quítame esta paja, acusaciones e incomodidades causadas a los familiares, hasta agresiones físicas en las calles, aderezadas en algún lugar.
¿Hubo entonces un plan contra los congresistas? Todo parece indicar que sí. ¿Para qué? Arrinconado el congresista, destruida la autoestima y la moral del parlamentario, era evidente que las iniciativas plebiscitarias del Ejecutivo iban a pasar con gran facilidad.
Y evidentemente es lo que venía sucediendo hasta la elección de Pedro Olaechea en la presidencia del Congreso y la reelección de Rosa Bartra en la comisión de Constitución. Hoy todo eso empieza a cambiar; pero los psicosociales continúan, aunque débiles, sin norte y sin objetivos claros. El último de ellos tiene que ver con que un sector del Ejército apoyaría la iniciativa plebiscitaria de cerrar el Congreso. Los fuegos artificiales en política solo revelan desesperación. Generalmente cuando hay una emboscada en curso, el emboscado se entera de la conspiración cuando ya no se puede hacer nada.
Hoy es absolutamente posible defender las instituciones republicanas porque la ofensiva plebiscitaria de Vizcarra se ha detenido en seco. El jefe de Estado no tiene el apoyo de la “calle”, carece del respaldo de las Fuerzas Armadas, de la policía y el empresariado. Únicamente los sectores comunistas y colectivistas respaldan la propuesta de adelantar elecciones. De alguna manera, pues, las cosas han cambiado a favor de la República.
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