Jorge Valenzuela

Vargas Llosa, los niños y los toros

Vargas Llosa, los niños y los toros
Jorge Valenzuela
04 de marzo del 2015

Sobre las polémicas declaraciones del Premio Nobel sobre la Tauromaquia 

En la teoría de la argumentación, el argumentum ad exemplum ilustra con casos concretos la tesis que queremos defender. En realidad lo que se busca es mostrar ejemplos específicos en apoyo de una generalización, pero ojo, en este tipo de argumentación lo que se necesita es una gran casuística para lograr ganar la adhesión de aquel a quien queremos persuadir de nuestro punto de vista. No basta, pues, en la argumentación por el ejemplo, un solo caso. 

Este pequeño recodo teórico viene a propósito de los argumentos presentados por Mario Vargas Llosa en Colombia sobre el hecho de que las corridas de toros no son dañinas para los niños, los mismos que han tenido como consecuencia una carta abierta firmada por catorce expertos, entre los cuales podemos encontrar a médicos psiquiatras, psicólogos forenses, psicólogos clínicos, psicólogos educativos, educadores y defensores de los derechos del niño. 

A continuación recojamos sus declaraciones y veamos cómo Vargas Llosa argumenta por el ejemplo en defensa de su posición: “Mis hijos van a las corridas de Acho, los eduqué en el amor al toro, a nuestras tradiciones en un país con más de 600 festejos taurinos al año por toda la República y sus vidas se desenvuelven con total normalidad y está mal que como padre los avale, pero son personas de bien, con aceptación social, académica y profesional y jamás he tenido conocimiento de un problema asociado a la violencia, como pretenden los animalistas que les creamos, por su amor a la fiesta taurina”. 

En principio, estos expertos sostienen que Vargas Llosa ha sido sumamente irresponsable (si las declaraciones son verdaderas) al sostener que las corridas de toros no son dañinas para los niños. Primero, porque no tiene “la cualificación y el criterio necesario para ello” y, segundo, porque su postura carece de base científica. En realidad contestan a Vargas Llosa como si hubiese utilizado la estrategia del argumento por autoridad, cuando en realidad está citando el caso de sus hijos como defensa de su punto de vista. Más conveniente a los propósitos de los firmantes hubiese sido que citaran ejemplos o casos concretos en donde pudiéramos ver el daño que causan las corridas de toros en los niños, que descalificar una autoridad que Vargas Llosa no se atribuye. Con todo, los argumentos son interesantes. 

Los expertos dicen que Vargas Llosa ignora “el gran conjunto de estudios e investigaciones que confirman los efectos nocivos de involucrar a niños en actos de violencia y maltrato a animales y pone en evidencia “una insensibilidad lamentable hacia las necesidades del menor de edad y la importancia de proteger su sano desarrollo”. A esto debemos sumar algo grave: con esta actitud Vargas Llosa estaría “promoviendo la vulneración de los derechos de los niños” contemplados en la Convención que los protege desde 1989. 

Los argumentos presentados son claros: 1) Dada su vulnerabilidad y dependencia, los niños corren riesgos psicológicos al ser expuestos a actos de violencia premeditada contra los animales. El riesgo es que reproduzcan situaciones de violencia en el hogar, practiquen el bullying en la escuela, se auto inflijan daño o terminen familiarizándose o aceptando como normales situaciones de alto estrés emocional negativo. 2) Agrava este hecho el que las corridas sean presentadas como espectáculos o actos públicos, es decir, que sean aplaudidas y celebradas por grandes mayorías como una “fiesta” que proporciona gratificación al que participa, siendo irónico que el contexto esté marcado por la muerte. 3) Es nefasto  para la psicología de los niños observar la victimización de un ser incapaz de dar consentimiento. 4) Los daños físicos y mentales que pueden sufrir los niños al ser expuestos desde temprana edad a los rigores de la tauromaquia en prácticas de formación/entrenamiento tienden a ser irreparables y 5) La expectación de las corridas de toros y su despliegue violento vulneran los derechos de los niños y adolescentes a crecer en un espacio armonioso y no conflictivo. 

Como se puede apreciar, estos argumentos son fuertes y convincentes, pero no lo son tanto para alguien como Vargas Llosa para quien la tauromaquia es, antes que nada, un acto de gran belleza estética que, además, fomenta “valores y capacidades humanas como la valentía, el heroísmo, la superación ante las adversidades” al margen de que lo vean niños o adultos, algo que, al parecer, para nuestro Premio Nobel, no reviste mayor importancia.   

Por Jorge Valenzuela
04 - Mar - 2015

Jorge Valenzuela
04 de marzo del 2015

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