Martin Santivañez

Una izquierda adolescente

Una izquierda adolescente
Martin Santivañez
16 de octubre del 2015

El pensamiento política de la generación izquierdista de Verónika Mendoza

La elección de Verónica Mendoza por el FA debe llevarnos a reflexionar sobre las raíces de su candidatura y los alcances de su ideología. Lo más resaltante de su apuesta es que representa a un movimiento generacional. De hecho, yo pertenezco a la generación de Mendoza y sus adláteres por lo que me interesa particularmente desentrañar los móviles de la izquierda con la que me toca dialogar en este tiempo. Siendo así, basta con examinar las declaraciones, los pronunciamientos y las causas que han abrazado los izquierdistas de mi generación para constatar que sufren del síndrome de Peter Pan: se trata de un grupo anulado para la acción gubernamental por su sesgo hacia el romanticismo político.

La izquierda de mi generación (todos ya empezamos a peinar canas, unos más que otros) es una izquierda adolescente. Confunde intuición electoral con capacidad gubernamental. Históricamente, la izquierda peruana ha sido capaz de desarrollar una intuición electoral suficiente para pactar e incluso acceder al poder. Lo que en ella falla es la capacidad gubernamental. Las izquierdas peruanas han sido incapaces de gestionar con éxito. Esto sin duda se debe a varios motivos: excesiva politización, romanticismo ideológico, opción por la violencia fratricida, sectarismo dogmático, caudillismo insensato, etc. Con todo, considero que un factor esencial para explicar el infantilismo gubernamental de las izquierdas se encuentra en su hipoteca ideológica. Son incapaces de alterar la realidad porque la observan bajo el prisma distorsionado y distorsionante de una construcción de pensamiento obsoleta y peligrosa.

La izquierda adolescente de mi generación adolece del mismo problema. Basta con reemplazar el rostro de Verónika Mendoza y colocar el de Susana Villarán para comprobar que el discurso continúa siendo esencialmente el mismo. No hay una superación cualitativa en las ideas aunque ambas compartan el mismo olfato electoral. Una izquierda inmovilizada en la peligrosa infancia de las ideas es capaz de ganar una elección, pero el gobierno es harina de otro costal. La adolescencia política, la infancia en la gestión pública solo produce anarquía, pobreza y debilidad institucional. Por eso, un eventual triunfo de los adolescentes izquierdistas calcaría el calvario villaranista repitiendo, además, los graves errores del voluntarismo falsamente sofisticado de Carolina Trivelli. A propósito, el trivellismo nadinista que en mala hora se ciñó la espada fue francamente ineficaz.

La adolescencia es una época para idealizar, no para gobernar. El gobierno es un asunto de madurez, de experiencia, de compromiso con lo real, no con el prisma interpretativo de la realidad. Se gobierna sobre la realidad nacional, no sobre los ensayos en torno a la realidad. De allí que el que apueste por la adolescencia condena al país a la peor de las tragedias: la involución insensata y el adanismo institucional. No hay que refundar al Perú. Hay que prolongar lo mejor de su tradición, con realidades, nunca con teorías.

Por: Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
16 de octubre del 2015

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