Martin Santivañez

Todo por el Perú

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Martin Santivañez
05 de julio del 2017

El país necesita la unidad de los patriotas, no la división

El diálogo propuesto por Keiko Fujimori en su calidad de presidenta de Fuerza Popular marca la agenda política y rompe el saque al gobierno. Se trata de un apuesta decidida por la gobernabilidad y liquida la propaganda política de la izquierda y sus aliados los liberales del lobby gay, que sostienen — desde el inicio de este gobierno— que Fuerza Popular ha optado por sostener una postura “obstruccionista”.

El argumento esgrimido por el contubernio socioliberal no soporta ningún análisis serio. En un año de gobierno, Fuerza Popular solo ha censurado a un ministro (Saavedra), epígono del continuismo humalista, y el ejercicio parlamentario de la interpelación es natural en el sistema parlamentario. Interpelar no equivale a censurar. Por lo demás, las sucesivas caídas de Vizcarra y Thorne son el producto de los errores del Ejecutivo, no del dolo del Congreso. De hecho, el Parlamento ha intentado presentarse ante la opinión pública como un ente colaborador, prudente, otorgando las facultades delegadas y apoyando con un fast track el proceso de reconstrucción nacional.

Es por eso que quienes sostienen que estamos frente a un Parlamento obstruccionista o se equivocan en el análisis o apelan a la propaganda política. El contubernio socioliberal ha diseñado una estrategia ofensiva contra Fuerza Popular que intenta arrinconar a la oposición, culpándola de los errores propios y del contexto interno y externo. La estrategia es simple: “No llueve, la culpa es de Fuerza Popular”. Todo es culpa de Fuerza Popular. Si los ministros firman adendas indefendibles, la culpa es de Fuerza Popular. Si los congresistas del oficialismo se equivocan en su estrategia parlamentaria, la culpa es de Fuerza Popular. Si la progresía mediática amenaza al presidente con el cuco del “antifujimorismo”, la culpa es de Fuerza Popular. Si el indulto no sale, la culpa —por supuesto— es de Fuerza Popular.

Establecer esta estrategia de amigo-enemigo solo conduce a la polarización y, tarde o temprano, a la división del país. Un país dividido es incapaz de generar políticas públicas de largo aliento. Víctor Andrés Belaunde hablaba, hace casi un siglo, de los “gratuitos desintegradores de la síntesis viviente que es el Perú”. Y tenía razón. Hay grupos políticos, existen cenáculos de pseudo-iluminados, que se dedican desde hace veinte años a promover el odio y la división de los peruanos en función a sus objetivos ideológicos y sus intereses monetarios. El verdadero discurso de odio pretende proscribir a un sector mayoritario de la población del ejercicio de la política, empleando para ello la propaganda solventada con los recursos del Estado.

Deponiendo cálculos personales o partidistas, Keiko Fujimori ha dado una muestra de preocupación por la situación del pueblo. Hace bien, porque la situación del país es francamente preocupante. Ante una crisis, hay dos opciones. O escuchamos a las sirenas del odio que nos arrastrarán al arrecife de la división o nos inclinamos por el diálogo franco que deje en evidencia y expulse a los perseguidores. El Perú necesita la unidad de los patriotas, no la división de los quintacolumnistas que promueven el error.

 

Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
05 de julio del 2017

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