Hugo Neira

La tiranía de las fake news. Aquí y afuera

La nueva arma de las falsas informaciones

La tiranía de las fake news. Aquí y afuera
Hugo Neira
04 de diciembre del 2017

 

Recorre Europa, América y España un enorme asunto. La intromisión de la Rusia de Putin en la vida política de los Estados Unidos, del Brexit, de España y Cataluña, y en Francia, en el transcurso de la elección del presidente Macron. La noticia, que el diario Le Monde publica a cinco columnas, no es el fruto de un equipo periodístico que habría investigado por la cuenta de un gran medio de comunicación. La noticia viene del patrón del NCSC (Centro Nacional de Ciberseguridad del Reino Unido), Ciaran Martin, que existe desde el 2016. Lo que sostiene el británico es que «redes y telecomunicaciones en los medios han sido bombardeados por piratas informáticos rusos», bajo el ala protectora del propio Vladimir Putin. Inglaterra, en la II Guerra Mundial, resistió y sobrevivió a los V2, los cohetes alemanes que destrozaron gran parte de Londres. Hoy, es otro tipo de ataque. La nueva arma son las falsas informaciones. Es la guerra digital. Y no es broma. En el curso de un banquete oficial en Londres, Theresa May, la primera ministra británica, ha acusado públicamente a Moscú de «difundir falsas informaciones para sembrar la discordia».

Claro está, resulta un tanto tarde para los británicos. El Brexit es ya un hecho. Al parecer no hay límites geográficos y políticos para este nuevo tipo de campañas desde el ciberespionaje. Pero cabe preguntarse qué efecto tendrá el próximo 21 de diciembre en Cataluña. Por lo pronto, en una reunión en Bruselas, los ministros españoles ya han afirmado que tienen pruebas de que «grupos públicos y privados de Rusia han utilizado Twitter, Facebook y otras posibilidades de Internet, para promover la causa separatista catalana». Quien ha hablado de esta intromisión es María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa española. Ha dicho: «No podemos afirmar con la más total certeza que son iniciativa del Kremlin, pero sí que vienen de Rusia».

El amable lector puede que se haga la pregunta siguiente: ¿qué tiene que ver con nosotros, los peruanos, el uso de hackers rusos contrarios a la estabilidad de la Unión Europea y de España? En efecto, cuando yo era niño seguía con mis mayores los acontecimientos de la II Guerra Mundial. Podíamos temer sus consecuencias económicas, pero esencialmente éramos espectadores. Hoy vivimos un tiempo global, y la América Latina está incluida, como todo país en la tierra, en el espacio sin límites de la cultura digital. Para lo bueno y para lo malo. Vamos al grano. El ministro de asuntos exteriores de España, el equivalente de nuestro ministro de Relaciones Exteriores, el español Alfonso Dastis, ha señalado que las cuentas sociales fueron creadas en Rusia ¡«y un 30% en Venezuela»! Nuestro querido vecino, el presidente Maduro, les ha echado una manito a los partidarios de romper a España a cómo dé lugar.

«La invasión de una legión de bots», titula el diario El País. ¿Y qué es un bot? Un programa informativo que, entre otras cosas útiles, puede simular una conversación. Y si le respondemos, hablamos con una máquina. Bots es la abreviación de robots. No sorprende que la use el Kremlin.

Rusia es un caso muy especial. Cuando se desplomó la URSS muchos observadores pronosticaron que Rusia tendría una transicion rápida y eficaz hacia la democracia y la economía abierta. Esa promesa no se cumplió. ¿Qué pasó? Los antiguos burócratas del Partido y el Estado se adaptaron a las reglas del mercado, volviéndose en gran parte en empresarios. Ahora bien, si la URSS se hundió debido a prácticas corruptas, resulta que hoy las burocracias repiten el pasado. Rusia no es un Estado de derecho. «Las oligarquías» como las llama el mismo Putin, las redes criminales, se entrelazan como un triángulo de poder (Ígor Kliamkin). Putin es la cabeza de un poder debilitado. Hay que reconocerle un mérito, ha guardado del pasado los servicios de seguridad social, evitando un colapso mayor (Robert Orttung, Transnational Crime and Corruption Center, American University, Washington).

Está claro que las fake news, la posverdad, dirigidas a las pasiones y prejuicios de una comunidad política son el mayor peligro de las democracias contemporáneas. Sin embargo, hubo una campaña con hackers rusos contra Emmanuel Macron. No voy a ensuciar esta crónica repitiéndolo. Macron no solo fue elegido, sino que se dio el lujo de invitar a Putin a Versalles. Rusia es, después de todo, el vecino incómodo.

La prensa francesa ha dicho «la tiranía de las fake news no tuvo efecto en los ciudadanos franceses». ¿Y saben por qué? He vivido lo suficiente en Francia para afirmar lo siguiente. Es un país con ciudadanos. En las aulas comienza la cultura cívica. Y todos, absolutamente todos, tienen cursos en la secundaria que enseñan a razonar y a dudar. Sí, pues, la duda cartesiana. Francia tiene la precaución de cursos de educación cívica y de historia, que espero algún día regresen a las aulas de las escuelas del Perú. En el último CADE (haré un resumen la próxima semana), escuché a Juan Luis Cebrián que también en España existe esa corriente que espera que los medios confirmen caprichos y prejuicios. Pero eso no es ni periodismo ni nada. La distancia que hay entre verdad y falsedad sigue vigente.

 

Hugo Neira
04 de diciembre del 2017

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