Martin Santivañez

La nueva progresía

La nueva progresía
Martin Santivañez
10 de abril del 2015

Irrelevancia electoral de la izquierda es fruto de su incapacidad de interpretar al país.    

Confieso que la formación del nuevo frente de izquierda me arrancaría una sonrisa displicente sino fuera porque esta novísima marca progresista está plagada de los dinosaurios de siempre. Tal cosa ya no provoca sonrisas sino preocupación. En verdad, por un tiempo, las personas de buena fe pueden creer que la izquierda moderna será capaz de presentar rostros nuevos, pero luego, caemos en cuenta que lo de los rostros es secundario. El problema es de ideas.

Las ideas de nuestra progresía no se han modernizado y la modernización no llegará con las nuevas generaciones. Basta con observar lo que escriben y piensan los gurús de la izquierda cuarentona para comprender que, al igual que sus maestros setenteros, estamos frente a una falange muy organizada que se apoya y autoaplaude mientras repite con un lenguaje modernizante y pseudo-científico premisas erróneas muy similares a las que condujeron a sus maestros a interpretar de forma maniquea la realidad nacional.

No espero nada de la nueva generación izquierdista que resulta tan radical como su predecesora. Además, al igual que sus maestros, los nuevos izquierdistas son negados para la gestión (Trivelli es su profeta) e incapaces de rectificar cuando se topan con el error. De hecho, la sola presencia de Susana Villarán, Dammert y Lynch en la novísima progresía tendría que generar un movimiento de autocrítica capaz de fundar una izquierda verdaderamente moderna, esto es, una izquierda con sentido social y sin hipotecas utópicas, abierta hasta el rechazo del anticlericalismo y solidaria, al margen de los sectarismos.

La irrelevancia electoral de la izquierda está relacionada con su incapacidad para interpretar al país. Esta incapacidad si bien está relacionada con sus protagonistas, es un problema de ideología. El pensamiento izquierdista es impermeable a la autocrítica. Si todas las ideologías son sucedáneas de la religión, los herederos del marxismo siempre han constituido una secta paralela cuasi yihadista. La pretensión absolutista ha permitido la creación de pequeñas iglesias con sus falsos dogmas, irrenunciables y expansivos. Los talibanes de la progresía no admiten el disenso, y la purga es su elemento. Por eso, constituyen un club reducido, porque en el camino han ido quemando aliados y simpatizantes. Cualquier gobierno, cualquier coalición con pretensiones serias, tendría que desconfiar profundamente de este sóviet radical que no duda en degollar a sus disidentes sin oportunidad de redención.

Por eso, el futuro del frente progresista es el que le otorguen los líderes en la carrera al 2016. No el electorado, que pronto sonreirá ante los candidatos abracadabrantes que han mencionado sus voceros. Por más simpático que resulte el rostro de la nueva progresía, por más populares que sean sus voceros, si las ideas no cambian, nos enfrentamos al mismo Leviatán filo-marxista que aspira a imponer cuando no logra convencer. Pobres progresistas. Tanto error en tantas partes y no atinar a entregarse a la disciplina de la autocrítica.

 

Por Martín Santiváñez Vivanco
10 - Abr - 2015  

Martin Santivañez
10 de abril del 2015

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