Raúl Mendoza Cánepa

La bruja y Ampuero

Sobre “La bruja de Lima”, libro de memorias de Fernando Ampuero

La bruja y Ampuero
Raúl Mendoza Cánepa
14 de mayo del 2018

 

Desde luego, la lectura gozosa de un libro no siempre se dirige a su posterior análisis literario. No legitimo tal pretensión y, al margen de ella, sí reconozco el valor de la buena prosa de Fernando Ampuero, que esta vez nos obsequia La bruja de Lima (Tusquets, 2018). Es un relato autobiográfico que recorre un tramo duro de su existencia, en el que el miedo a la muerte, la búsqueda de la magia y extraños como risueños eventos se suceden para interpelarnos sobre nuestra precariedad y la manera como decidimos tomarla.

Ampuero, como notario de su vida, da fe de las cosas que narra; nos dice que es un autor de ficción, pero de filiación realista. Nos lo cuenta todo desde aquella vez (hace veinte años) que los médicos le detectaron cáncer y le extirparon once ganglios linfáticos. Recuperado de la cirugía, el mal persistía y la metástasis lo destruía. El autor, desolado, recurrió a una bruja, una gitana llamada Hilda. Sin entrar en detalles de los acontecimientos que convierten esos meses claves en un laberinto negro, se conjugan el drama, la angustia, la revaloración de la vida y esa empecinada esperanza que lleva a un enfermo terminal hasta la puerta de una milagrera que, de paso, encarna la sabiduría de sus años y de su raza.

El tratamiento no era complejo, pero sí aparentemente tradicional, como la cura del susto: la sistemática “pasada de huevo”. “Ella cogía uno, lo olía, lo sopesaba en sus manos y, finalmente, lo pasaba por la frente del paciente”, nos relata el autor. Quizás me equivoque, pero las coordenadas y el recuerdo de las palabras de mi padre sobre una bruja que curaba y “leía el futuro” a personalidades de la política, la cultura, el periodismo, el arte, entre otros, por aquellos años (precisamente allí donde el autor ubica el escenario) me induce a creer que lo que cuenta Ampuero es real.

Desentrañar la verdad de un hecho que toca la magia o el milagro siempre nos lleva desde la literatura hasta la metafísica. Pero la obra no trata de indagar sobre los extraños remedios espirituales, sino sobre las sensaciones que concurren cuando te dicen que tienes cuatro meses para explorar lo más sublime de la vida: los viajes, el amor, el placer, el vino, la escritura, el arte; y especialmente aquello que pasamos por alto cuando creemos que la vida no tiene fecha de caducidad, el buen vivir.

No todo se queda en esa feliz evasión a la que Ampuero nos invita como un guía de viajes. La bruja es otro de los misterios que obsesionan al escritor. Por ello, aborda la historia de los gitanos y nos describe maneras y pensamientos de una “raza” nómade que se esfuerza en comprender. Obviamente, la tragedia no es una pieza que este columnista deba mostrar sin advertir muchos de los descubrimientos de ese azaroso viaje que Ampuero emprende con temor, traicionando a la ciencia y reconciliándose con ella tan a menudo como cree y descree en los magníficos poderes de su “sanadora”.

Hace unos días entrevisté a un escritor que soltó una frase que engarcé al pensamiento de Ampuero sobre la muerte: “Me gusta los extremos. Por eso, parafraseando libremente a Cobain, prefiero reventar de un solo puntapié que irme arrastrando poco a poco, dando pena no solo a mí, sino al mundo…”. El autor de La bruja de Lima teme a esa muerte patética y mediocre, tiene una visión heroica del fin que a cada uno toca y en algunos fragmentos lo toma con un humor que contagia, como cuando recuerda la grandeza de la muerte de un hipotético magnicida. No se resigna a morir a rastras: “Si no muero por accidente o suicidio, espero poder morir de infarto. Es la forma más rápida e higiénica. Lo terrorífico, lo peor que podría pasarme, sería el derrame cerebral, la parálisis o el Alzheimer. Eso ha de ser la antesala del infierno. Estar muerto en vida, enjaulado en tu cuerpo…”.

Es un libro que cuenta mucho y no te deja, que corre solo hasta el final y que te lleva por esos peligrosos territorios que, por sosiego, solemos evitar.

 

Raúl Mendoza Cánepa
14 de mayo del 2018

NOTICIAS RELACIONADAS >

Vigilados y nerviosos

Columnas

Vigilados y nerviosos

Morgan Quero, ministro de Educación, ensaya una frase interesan...

22 de abril
Museo de historia natural

Columnas

Museo de historia natural

El Perú se ha convertido en un museo de historia natural. La ge...

15 de abril
¡Harto!

Columnas

¡Harto!

Estoy harto de una clase política que, desde el Gobierno y el C...

08 de abril

COMENTARIOS