Martin Santivañez

El Estado Pampers

El Estado Pampers
Martin Santivañez
01 de agosto del 2014

Cuando un gobierno se concentra en lo secundario, no en lo esencial

No puedo sino sonreír al enterarme que el Estado fundado por los copresidentes, el Estado nacionalista, el Estado del patriotismo a ultranza, el del cacerismo de rabioso antichilenismo, se ha transformado en un Leviatán que importa programas sociales de Finlandia para limpiar el culete de los futuros “compatriotas”. Un liberal tipo Bullard seguro estaría buscando la imagen de algún superhéroe de Marvel para ensayar la tipología de semejante Estado, pero tratándose del humalismo y de su firme vocación por el populismo gubernamental vale la pena intentar alguna etiqueta que capte la esencia de eso que los Humala pretenden implementar con el dinero de todos los peruanos.

A estas alturas del partido es bastante evidente que el Perú ha perdido una gran oportunidad durante el gobierno del humalismo. No solo no crecemos al ritmo que podríamos crecer, también es claro que el país deja pasar oportunidades por una gran falta de liderazgo y problemas de capacidad técnica. El humalismo carece de tecnócratas responsables y de estrategas en la gestión pública. Por un lado, su error inicial fue confiar en una serie de teóricos del modelo (Trivelli et al) que demostraron una ineficiencia de manual a la hora de coger el timón de la administración pública. Por otro, al mantenerlos más de la cuenta, el gobierno humalista perdió meses fundamentales. Finalmente, la generación de reemplazo, la camada salvadora, no ha logrado cuajar en la dirección del Estado porque no está preparada para la gerencia. El Plan Nacional de Diversificación Productiva lo único que confirma es que los copresidentes no han comprendido una lección fundamental de la gerencia: no son conscientes de que lideran un Estado francamente ineficaz. Y sus ayayeros son incapaces de corregir la angurria protagónica de NALLANTA.

Si el humalismo estuviera alerta ante esta premisa fundamental, no se cometerían tantos errores como en la actualidad. La gerencia implica un conocimiento profundo de la realidad en la que se aplicarán tácticas operativas concretas de transformación. Pero el humalismo, desde que llegó al poder, ha optado por rodearse de consejeros dispuestos a legitimar sus errores mediante el triste ejercicio de la autocomplacencia. Cometer un error es propio de la política. Persistir en el error te inhabilita para gobernar. El humalismo ha sido incapaz de rectificar su percepción sobre el Estado. Los Humala se rehúsan a mirar el ombligo de su gestión y preguntarse por qué, a pesar de tener más dinero que nunca, el Perú está gastando sin cálculo ni estrategia, generando, por tanto, un entorno de desconfianza sistémica.

Nadie niega la necesidad de cerrar la brecha de infraestructura y mejorar la educación (ambos rubros con sus bemoles, por supuesto). Sin embargo, fuera de este contexto, la impresión que deja el humalismo es la de un Estado vocacionalmente despilfarrador. Un Estado Pampers que sirve para limpiar accidentes y cagarretas sin bucear hasta la raíz del problema. Un Estado que se concentra en lo secundario sin abordar lo esencial. Un Estado que no tiene un objetivo concreto, una especie de ekeko desbordado e irrascible que reparte el dinero sin estrategia (pensando que así soluciona la pobreza a largo plazo) y que hoy talquea el culete de los futuros “compatriotas”, para mañana esquilmarlos con el pesado yugo de la híper regulación. Así, queridos copresidentes, no se llega a ningún lugar. Mucho menos a la reelección.

Por Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
01 de agosto del 2014

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