Erick Flores

El Estado, la política y los pobres

La clase política cambia asistencia social por votos

El Estado, la política y los pobres
Erick Flores
22 de mayo del 2018

 

La riqueza y la pobreza siempre han sido fenómenos relativos. Uno es rico o pobre en la medida en que pueda compararse con su vecino. Chile es una sociedad relativamente rica si se compara con Bolivia, pero es relativamente pobre si se compara con Nueva Zelanda. Mi familia es relativamente rica si se compara con una familia del cono sur, en Lima; pero es relativamente pobre si se compara con una de Miraflores.

En este sentido, siempre van a existir diferencias entre los individuos en la sociedad y el gran problema es que vemos la pobreza y la riqueza como fenómenos estáticos, invariables en el tiempo; lo que nos lleva —muchas veces— a creer que toda riqueza siempre está construida sobre la pobreza. En buen cristiano, la riqueza de unos es la pobreza de otros. Lo cual es cierto y falso a la vez. Cierto en el sentido político, porque la riqueza de la familia de los Castro, en Cuba, se ha construido a través del expolio sistemático que le vienen haciendo, a través del monopolio de la violencia (Estado), a los habitantes de la isla; y falso en el sentido económico, por que la riqueza de Bill Gates se ha construido a través de su capacidad para satisfacer las necesidades en el mercado.

Dicho esto, si la pobreza y la riqueza son fenómenos relativos y dinámicos, lo importante será determinar cuáles son las condiciones óptimas para que la movilidad social pueda darse en forma natural. Y más allá de que existen muchos factores que determinan la riqueza y la pobreza en una sociedad, en los últimos años hemos podido ver que la intervención del Estado, en las distintas facetas de la vida del ser humano, ha sido uno de los factores más gravitantes para definir la pobreza o la riqueza de las personas. Esto podría explicar, por ejemplo, que la pobreza en el Perú, según el último informe publicado por el INEI, se ha incrementado en un punto porcentual respecto del año 2016. Y esta no es una casualidad.

Si revisamos el Índice de Libertad Económica que elabora cada año la Fundación Heritage, vamos a encontrar que los países que puntúan más alto en cuanto a libertad económica también son los países donde la pobreza relativa de sus habitantes es mucho menor que la de los países que puntúan menos. Dicho de otro modo, un pobre en Nueva Zelanda o Suiza tiene muchas menos carencias que un pobre en Haití o Venezuela. Y la clave está en el papel que cumplen los Estados en cada uno de estos países. Mientras que los países económicamente más libres generan las condiciones necesarias para que la gente vea en la pobreza un reto y busque superar su condición, los países más intervenidos económicamente convierten la pobreza en un negocio en el que los pobres son clientes y la clase política cambia asistencia social por votos. De esta forma, en nombre de la lucha contra la pobreza, los pobres se multiplican cada año. Y esta tampoco es una casualidad.

Si la existencia de pobres representa una oportunidad para la clase política, es evidente que los que mejor aprovechan la pobreza son ellos. Un empresario, en medio de una sociedad pobre, se queda pobre también. Un político, en medio de una sociedad pobre, puede ganar una elección haciéndole creer a la gente que le preocupa su pobreza. Un pobre condenado a la pobreza por la intervención estatal representa un voto más; un pobre que tiene la capacidad para cambiar su condición gracias a los incentivos que una sociedad libre puede ofrecer, representa un voto menos.

Lo que va quedando claro, y la historia así lo demuestra, es que existe una íntima relación entre la política (que se beneficia de la pobreza), la intervención del Estado (que busca “ayudar” a los pobres) y la pobreza (que “justifica” la intervención del Estado). Es un círculo vicioso que no solo permite que la riqueza de la clase política dirigente se construya a costa de todo el resto, incluidos los pobres, sino que despoja a la sociedad de los incentivos para prosperar y la condena a vivir en la pobreza para siempre.

 

Erick Flores
22 de mayo del 2018

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