Martin Santivañez

El ejemplo de la educación peruana

El ejemplo de la educación peruana
Martin Santivañez
06 de febrero del 2015

¿Pueden enarbolar la excelencia los responsables de nuestra crisis educativa? 

La crisis de la educación peruana es el resultado de un siglo de política voluntarista que no comprende la dimensión de nuestra realidad. La crisis, para resolverse, necesita un auténtico cambio de paradigma que combine reformas concretas y no recetas creadas para entornos muy distintos al Perú, recetas que incurren en el agravante de no conocer, o no querer comprender cuál es la realidad peruana. Desde que llegué al Perú, hace un año, he sido testigo de numerosas críticas sobre la educación en nuestro país, muchas de ellas completamente justas. Pero no me preocupan las críticas. Lo verdaderamente preocupante son las soluciones que algunos proponen desde el Estado. 

Por un lado, es claro que son soluciones que privilegian a unas instituciones educativas sobre otras. Por otro, esta preferencia no reconoce que gran parte del fracaso de la educación peruana tiene nombre y apellido. Un país vale lo que pesa su educación. Si unas instituciones educativas muy concretas han sido incapaces de crear una educación competitiva al menos regionalmente (LATAM) hoy estas mismas instituciones (Universidades, colegios, etc.) hacen mal en enarbolar el discurso de la excelencia cuando ellos son responsables directos del estado de postración de nuestro panorama educativo. A mí, como profesor universitario, me parece una desgracia que en casi un siglo de existencia, universidades con todos los recursos para ello, hayan sido incapaces de crear una investigación indexada globalmente, algo de calidad regional. Y ahora, esos mismos incapaces se presentan ante la opinión pública como los grandes amautas a los que debemos escuchar y seguir. Son ellos los responsables de la calidad de la educación peruana y por eso mismo, son los primeros a los que el Estado tendría que descartar cuando elige quién tiene que ser imparcial al juzgar a todo el sector. 

La academia se caracteriza por el posibilismo, no por el voluntarismo. El académico de fuste transforma realidades con ideas y programas, no con demagogia, subvenciones y falsas promesas de control. Quis custodiet ipsos custodes? La imparcialidad del Estado en materia de educación sufre un grave menoscabo si se entrega el control a personajes vinculados a la edad de piedra de nuestra academia. No nos engañemos. La mayor responsabilidad la tienen aquellos que, con todos los recursos a la mano, con todo el dinero para liderar en Latinoamérica, no han pasado de ser ilustres segundones que ahora se las dan de mariscales de las letras. 

Premiar a los falsos valores de nuestra educación es un incentivo perverso. El control educativo, la acreditación, tiene que ser internacional o corremos el riesgo de incurrir en un control sesgado. Para eso es fundamental transformar la mentalidad dirigista y apostar por varios ejes esenciales: la internacionalización del claustro y el alumnado, el inglés como idioma fundamental, la creación de redes multidisciplinares y globales de investigación, la formación de un claustro global que fortalezca la carrera de docente en función a la meritocracia y el impulso de ciertos colegios y universidades como modelo regional. Tenemos que globalizar la educación peruana. Lo otro, el ombliguismo, es el otro nombre de la mediocridad. 

Por Martín Santiváñez Vivanco
06 - Feb - 2015  

Martin Santivañez
06 de febrero del 2015

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