El desplante a García

Sobre el infeliz debut político del nuevo ministro de Economía y Finanzas

En su primera entrevista pública en RPP, el ministro de Economía, Alonso Segura, pisó una cáscara de plátano. Si bien no se cayó es evidente que el imprevisto obliga a formular preguntas. Segura, por decir lo menos, desairó una iniciativa de Alan García, quien le había propuesto reunirse para abordar asuntos económicos. Señaló que no estaba para shows mediáticos. Si bien en una siguiente entrevista en canal N corrigió el tiro, el daño ya estaba hecho. El papel del titular de Economía no es contemporizar con los amagues de virtuales candidatos presidenciales, es verdad, pero tampoco es ganarse pleitos políticos gratuitos.

El ministro pudo haber encontrado otra respuesta ante la pregunta. O cualquier gesto con tal de evitar la imagen de un ministro de Economía que hace un desplante a un ex jefe de Estado. ¿Por qué se produjo el desaire? Una explicación condescendiente puede atribuir el hecho a su inexperiencia. Una aproximación conspirativa nos podría indicar que, simplemente, Segura quiso ganar algunos puntos con la polarización que se alimenta desde Palacio, aunque luego parece haberse arrepentido. En el análisis, la pregunta y las hipotéticas respuestas son válidas por la naturaleza del régimen humalista.

La administración nacionalista siempre fue lugar privilegiado de bipolaridades. En el seno del gabinete, los supérstites de la Gran Transformación se las ingeniaron para mantenerse agazapados. Por eso hubo el intento de comprar La Pampilla para restablecer el monopolio estatal de los combustibles. Por eso también el ecologismo radical pudo avanzar en el sector Ambiente creando tal cantidad de sobrerregulaciones que paralizaron US$ 24,000 millones de inversión en minería, petróleo y energía, desatando la desaceleración. Si las vigas maestras del modelo se mantuvieron es porque el ex ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, creció en personalidad y en influencia en el gabinete, pero, sobre todo, con respecto a la mal llamada pareja presidencial.

Segura no tiene la densidad de imagen de un PPK en el gobierno de Alejandro Toledo, de Luis Carranza en el de García, ni tampoco la que había conseguido Castilla en la administración nacionalista. Es necesario recordar que, desde la caída del fujimorato, todas las plataformas de los radicalismos siempre han buscado decapitar las cabezas de los titulares de Economía, a quienes convertían en los luciferes del infierno neoliberal, en los guardianes de un modelo que combatían frontalmente.

Algo más. Estamos en tiempos de desaceleración, en tiempos donde arrecia la incertidumbre, es decir, en los tiempos en que resucitan los fardos ideológicos del estatismo, los populismos y otras noches negras que hemos padecido. Pero, además, el calendario corre y se acercan las elecciones nacionales.

En este contexto, surge la inevitable pregunta. Si Segura quiso ganar puntos en Palacio, entonces, ¿será capaz de resistir las presiones populistas dentro de la administración humalista? ¿Tendrá el juego propio para aguantar la cercanía de las elecciones nacionales, la constante caída de la popularidad palaciega, y la tentación del camino fácil en economía? En todo caso, semejantes interrogantes son absolutamente válidas.

Una vez más vale señalar una de las principales causas de porqué el modelo económico se mantiene. Es verdad que el ex ministro Castilla jugó un enorme papel, pero, sobre todo, el mercado llega con la respiración entrecortada pero vivo al 2016 porque en el Perú una mayoría política, social y mediática hizo escuchar su voz a favor de la libertad económica. Segura siempre debería escuchar esa voz.

Por Víctor Andrés Ponce

(17 Set 2014)