Eduardo Zapata

Educación: ¿servidor del pasado en copa nueva?

Educación: ¿servidor del pasado en copa nueva?
Eduardo Zapata
05 de febrero del 2015

Reflexiones para que la educación deje de ser un gasto y sea una inversión. 

Durante largos años y en un mundo de empleadores y empleados seculares, los logros educativos se traducían en jóvenes entrenados para ser puntuales, repetitivos y obedientes al servicio de una producción siempre –siempre- ajena. 

Pero, he aquí que advenimos a un nuevo mundo laboral donde el `ser educado’ se convierte –en todos los ámbitos- en piedra angular de la producción y productividad. Se convierte en exigencia personal que posibilita –en cualquier orden- el valor agregado de la transacción personal. Pues hoy no se intercambian simplemente bienes y servicios, sino valor. Y las personas y sociedades que marcan diferencias no pueden ya contentarse (o refugiarse) en las certificaciones de lo estéril, en la memoria del dato irrelevante o en los doctorados de la nada. Hoy se requiere intercambiar inteligencias. 

Dedicar recursos, entonces, a la vieja educación, no es invertir sino sólo gastar. 

Educaciones interculturales entendidas como preservación idílica de comunidades indígenas, inclusiones sociales asumidas como pretexto para insertar al estudiante en el mundo del ayer donde lo podamos seguir dominando, equidades de género que no hacen sino ahondar diferencias, difusión irrestricta de derechos sin el correlato de deberes. Herencias, en el fondo, de un Estado-patrón y un ciudadano empleado (política y económicamente). 

Dejémonos de declaraciones o de acuerdos detrás de los cuales puede haber cualquier cosa. Directores dirigiendo (y decidiendo) sus centros educativos. Maestros partícipes de las utilidades del servicio, profesores provenientes sólo de una carrera pública magisterial cada vez más exigente, sueldos crecientes pero siempre según resultados. Propuestas educativas donde el español y el inglés, la computación, el emprendimiento y el liderazgo así como una identidad proactiva y una férrea disciplina nacida de la exigencia académica, constituyan ejes vertebradores. Nueve años de una educación básica y universal que culmine con el dominio de una competencia técnica. Extensión de la jornada escolar para atender simultáneamente los problemas de desintegración familiar y males sociales contextuales. Educación física (de verdad) en las últimas horas para disciplinar mente y espíritu y para que las energías no se canalicen en actividades antisociales. 

Otros muros también habrá que derribar. El principal –creo yo- es la demagogia de los discursos anacrónicos. Rescatemos, eso sí, los valores y el afecto, que hace mucho –mucho- abandonaron nuestras escuelas. 

De lo contrario, la educación seguirá siendo gasto y no inversión. A pesar de discursos bonitos y coloridos pasacalles por los derechos de los niños, las niñas, los adolescentes y las adolescentes.   

Eduardo Zapata Saldaña
05 - Feb - 2015  

Eduardo Zapata
05 de febrero del 2015

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