Martin Santivañez

Chávez en el Interior

Chávez en el Interior
Martin Santivañez
23 de enero del 2015

La herencia chavista que nos deja la pareja presidencial se llama Urresti.                

El humalismo nació a la vida pública como un chavismo atenuado, un chavismo en clave nacional que buscaba, empleando el mismo lenguaje nocivo y antisistema, obtener el poder en base al populismo. Los humalistas del inicio se presentaron ante la opinión pública como los grandes impugnadores de la política tradicional, como los renovadores de la moral patriótica y, en suma, como los guardianes socráticos del futuro del país. El velasquismo fracasado de hace unas décadas encontró en el humalismo un producto nuevo, reforzado por las técnicas mediáticas que tanta popularidad otorgaban al chavismo. De allí que el humalismo del inicio, un velasquismo apenas disfrazado, adoptó del chavismo la esencia demagógica, el discurso antipolítico y la bandera de la honestidad que iba a construir la diferencia.

Como el chavismo, el humalismo nunca ha renunciado a su entraña populista. Cuando ha tenido que optar siempre ha optado por lo inmediato. Es por eso que el producto más acabado de los Humala, su engendro por antonomasia, su Golem preferido no es un tecnócrata pulpín o una dama qaliwarmesca, o los profesionales ineficaces que se subieron al carro de los Humala y que abandonarán el vehículo en cuanto se acabe la gasolina. El engendro por antonomasia del humalismo es el Ministro del Interior porque él mejor que nadie representa el origen demagógico y chavista de los Humala. El populismo urrestista es un populismo de manual, posmoderno, mediático, dicharachero, vulgarizador. Es un populismo que busca el figuretismo a como dé lugar, con afán, fríamente, porque es consciente que los medios son capaces de construir una candidatura sostenible y que la polarización da resultado en pueblos como el nuestro ansiosos de adrenalina y débiles al momento de elegir.

Urresti encarna el retorno a los orígenes del humalismo. Urresti representa el triunfo final del chavismo, la victoria de la quinta columna chavista al interior del país. Su política no pasará de ser lo que es en la actualidad: jugada para la tribuna, ningún gol para el score. El regreso del populismo tiene estos bemoles. Puede atacarse al jugador, pero es preciso, siempre, identificar el estilo. El chavismo, como todos los populismos de manual, tiene su propia hoja de ruta: la ruptura, la demagogia, y por último, la persecución. Este es el verdadero panorama al que se enfrenta la oposición. Los chavismos son expansivos e implacables y pasan olímpicamente las reglas de juego. Patean el tablero cuando lo consideran conveniente. Siendo así, frente a otro populismo de manual, uno más de los que tantas veces ha padecido el Perú, a los primeros a los que se debe advertir es a la pareja presidencial: NALLANTA. La herencia de los Humala puede circunscribirse a un pequeño Chávez con metralleta y servicio de inteligencia. Han vuelto a los comienzos. Aquí nos dejan un pequeño populista que crece mientras una oposición desconcertada no atina a responder.

Por Martín Santiváñez

23 - Ene - 2015

Martin Santivañez
23 de enero del 2015

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