¿Se inicia la convergencia?

Se clarifican relaciones entre fujimoristas y pepekausistas

No hubo marcha de protesta impulsada por PPK para que el fujimorismo aceptara dialogar con Fernando Zavala, Presidente del Consejo de Ministros. Apenas Luz Salgado fue elegida como la postulante naranja a la presidencia del Legislativo, la distensión y el espíritu de convergencia comenzaron a extenderse. Salgado saludó la designación de Zavala, PPK mandó besos volados a Salgado y, de pronto, el Perú comenzó a recuperar la cordura y a reflejar de mejor manera los resultados electorales de la pasada primera vuelta: el 70% votó a favor de las propuestas promercado.

La histeria mediática que se desató luego de las elecciones, por el error de Keiko Fujimori de no visitar al jefe de Estado electo, empieza a ser superada por los hechos. ¿Cómo se producirá la colaboración entre pepekausistas y fujimoristas? Es difícil saberlo, pero es evidente que la fiesta se desarrollará alrededor de temas puntuales.

Posiblemente el fujimorismo otorgará la investidura del nuevo Gabinete, aprobará la delegación de facultades en temas cruciales y guardará las distancias necesarias para evitar que le salpiquen los errores pepekausistas. Seguramente el movimiento naranja nunca arriesgará su condición de cabeza de la oposición. Es posible que otorgar gobernabilidad de ninguna manera signifique renunciar, por ejemplo, a interpelar, e incluso, derribar a determinados ministros. Todo indica que esa dialéctica entre gobernabilidad y oposición caracterizará a las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo.

Para quienes defendemos un sistema, una sociedad abierta, y nos mantenemos alejados del proselitismo y la cuota estatal, es lo mejor que le puede suceder a la democracia peruana, que avanza hacia su quinta elección nacional sin interrupciones. Quizá contemplemos la antesala de uno de los mejores gobiernos tecnocráticos de las últimas décadas; y también la consolidación del movimiento político naranja, que seguirá erigiéndose en poderosa barrera de contención del radicalismo en el mundo popular y emergente.

Pero la gran novedad de las nuevas relaciones políticas entre oficialismo y oposición podría ser la superación de la destructiva polarización entre fujimorismo y antifujimorismo. A nuestro entender un mal casi endémico de la democracia post-Fujimori, que ha evitado el surgimiento de un nuevo sistema de partidos en el país, el nacimiento de nuevas derechas e izquierdas, y la reconstrucción de nuestro espacio público.

Bajo el universo del antifujimorismo, por ejemplo, candidatos como Ollanta Humala y César Acuña tienen viabilidad política. El antifujimorismo ha sido el gran detergente de casi todo en la vida pública nacional: del medio que no existiría sin el apoyo estatal y del pícaro que se envuelve con las banderas de la anticorrupción, invocando los latrocinios de los noventa para esconder los robos del presente.

En las nuevas relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, y la madurez de pepekausistas y fujimoristas no solo están juego la gobernabilidad del país, sino, de una u otra manera, la reforma cultural y política que nos impulse a superar uno de los males endémicos de esta democracia, que ya ha consolidado cuatro elecciones nacionales sin interrupciones. En todo caso, los peruanos de buena voluntad debemos hacer todo lo posible para mantener y consolidar la primera República que hemos logrado construir.

Víctor Andrés Ponce