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¿Qué sucede con el fujimorismo?

¿Qué sucede con el fujimorismo?
Víctor Andrés Ponce
13 de julio del 2016

El discurso antiempresarial del movimiento naranja

Escuchar a algunos voceros del fujimorismo señalar que el nombramiento de Fernando Zavala como Presidente del Consejo de Ministros (PCM) es una demostración de que la próxima administración de PPK será “proempresarial”, nos lleva a dibujar una enorme interrogante con respecto al futuro del movimiento naranja. Sobre todo considerando que el Frente Amplio y la izquierda se vienen pronunciando en el mismo sentido. De pronto, no obstante que el 70% de la población votó en primera vuelta a favor de las fuerzas promercado, el fujimorismo parece haber iniciado una competencia con la izquierda para demostrar qué fuerza es más abiertamente antiempresarial.

En ese contexto, vale preguntarse ¿qué le sucede al fujimorismo? ¿No está acaso construyendo un escenario favorable para las fuerza antimercado en el 2021? ¿No está cavando una enorme fosa donde puede terminar sepultado? De alguna manera, el fujimorismo parece atrapado en las inercias de una estrategia de segunda vuelta en la que los vínculos tecnocráticos y empresariales de PPK impulsaron al movimiento naranja a tomar las banderas de la izquierda y el humor antisistema que se había expresado en las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016. Todo eso se entiende como estrategia política, porque es parte de la tradición de las campañas electorales recientes en el Perú. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, pero se entiende como una necesidad generada por las premuras electorales.

Lo que nunca se entenderá es una conversión ideológica antiempresarial, como parecen demostrar los recientes pronunciamientos naranjas. Lo mejor de la identidad fujimorista, lo más rescatable, está vinculado a las reformas económicas de los noventa, que demolieron el Estado empresario y acabaron con el proteccionismo y los controles de precios. Es decir, vinculado con las reformas que posibilitaron el surgimiento del sector privado (léase sector empresarial) más poderoso y más democratizado de nuestra historia. El más poderoso porque la inversión en el Perú suma alrededor del 25% del PBI; y del total invertido, el 80% es aporte privado. Y el más democratizado porque el sector empresarial no solo está conformado por grandes corporaciones, sino también por millones de emprendedores que actúan en los mercados populares.

Pero eso no es todo. Nunca antes se redujo tanto la pobreza, del 60% de la población en los noventa a solo un quinto de la actualidad. Todos los estudios económicos señalan que el 80% del total de reducción de pobreza corresponde a la inversión privada que ha generado empleo y ha permitido el incremento y la consolidación de las clases medias.

Ninguno de estos objetivos habrían sido posibles sin la Constitución de 1993, que consagró la primacía de la inversión privada y el papel secundario de la actividad empresarial del Estado. Es decir, no habrían sido posibles semejantes logros económicos y sociales sin la Carta Política que abolió el estatismo y el estado empresario. ¿Cómo entonces se entiende el discurso antiempresarial que parece estrenar el fujimorismo?

De alguna manera, en las hipotecas que comienza a desarrollar el fujimorismo con el estatismo se revela cómo la izquierda ha ganado los sentidos comunes políticos y culturales del país, no obstante su escasa fuerza política electoral. Es el claro triunfo de una estrategia ideológica y cultural muy eficiente.

Pero también se revela la tremenda orfandad ideológica del fujimorismo, que no parece entender los aspectos principales de su identidad. Por ejemplo, el movimiento naranja es quizá la mejor representación de la emergencia de las últimas décadas. Pero todos sabemos que esa emergencia se confunde con los mercados populares, empresarios populares y emprendedores. ¿Cómo así entonces se puede desarrollar una identidad antiempresarial? Suena a locura, o quizá a autogol.

Víctor Andrés Ponce

 
Víctor Andrés Ponce
13 de julio del 2016

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