Keiko recupera la ofensiva

Fujimorismo pretende representar a sectores populares

Keiko Fujimori ha comenzado a recuperar la iniciativa en la campaña electoral luego del desconcierto y la desorganización que se desató en el fujimorismo, no obstante el triunfo inobjetable alcanzado en primera vuelta. Consciente de que PPK ha ganado el primer round por el virtual empate técnico que registran las encuestadoras —pese a la ventaja de veinte puntos a favor del fujimorismo en la primera ronda—, Keiko ha ordenado internamente sus filas, “disciplinando” a Kenji, y ha comenzado a acentuar el perfil social y popular de su candidatura.

La candidatura fujimorista pretende dejar en claro su naturaleza y prácticamente cada día anuncia una medida populista o una alianza con un sector popular. Cuando viajó al Cusco, Keiko se deslizó a la izquierda y asumió la propuesta de renegociar el gas; prometió que iba a derogar el 24x24 sabiendo que la familia policial sobrepasa el medio millón de personas; en Lima se sumó a la propuesta aprista a favor de los mototaxistas; y acaba de respaldar la iniciativa de los gremios de mineros informales que buscan derogar dos decretos legislativos que explican el fracaso de la formalización. También se conoce que más de un millón de personas depende la minería informal.

En otras palabras, cada paso, cada movimiento del fujimorismo tiene un objetivo clarísimo: demostrar su naturaleza plebeya, dejar en claro que la candidatura naranja viene de abajo hacia arriba, y que también es parte de una apuesta contra el establishment que se ha impuesto en el país en la democracia post fujimorato y los gobiernos de Toledo, García y Humala.

A todas luces una estrategia poderosa. Si el pepekausismo quiere enfrentar con éxito al fujimorismo tiene que superar estas apuestas. El relato izquierdista sobre el fujimorato reduce el régimen de los noventa a violación de DD.HH. y corrupción. Se trata de un relato que niega un hecho inédito en la historia republicana: por primera vez el Estado llegó a los Andes, a las llanuras de la selva y reconoció los derechos en las ciudades. El fujimorismo fue autoritarismo, pero también creó un Estado social, una política plebeya que rompió la tradición criolla y aristocrática.

Con el regreso de la democracia en el siglo XXI, durante los tres gobiernos constitucionales que se sucedieron, de una u otra manera, se restauró una política oficial y aristocrática, y el Estado se alejó de los Andes y del Perú profundo. En ese contexto, el fujimorismo empezó a crecer con los buenos recuerdos de los noventa y allí están los resultados.

La candidatura de Keiko Fujimori, sobre la base de una buena sociología, se ha propuesto cabalgar en el sentimiento en contra de la política oficial, en contra del fracaso y el abandono estatal de la democracia post fujimorato. La crítica fujimorista al establishment es poderosa, pero no reniega de la economía de mercado, el libre comercio ni y las vigas maestras de la economía que el propio fujimorato estableció.

El antifujimorismo ha llegado a creerse su propio relato, olvidando que todos los representantes de las amenazas autoritarias y de la corrupción están procesados, sentenciados y encarcelados; olvidando que el antifujimorismo ya ganó el 2011 con Humala y también olvidando que en una cuarta elección sin interrupciones tiene que surgir un electorado crítico e independiente.

Si el pepekausismo no reajusta su estrategia al margen del relato antifujimorista ni desarrolla una propuesta nacional que viabilice las instituciones y la democracia, entonces habrá comenzado a perder el balotaje.

Víctor Andrés Ponce