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Histeria antifujimorista

Histeria antifujimorista
Víctor Andrés Ponce
14 de marzo del 2016

Violencia favorece largamente al fujimorismo

Bastó que dos encuestas registraran que, ante el retiro de Julio Guzmán y de César Acuña del proceso electoral, no solo se beneficiaban PPK, Alfredo Barnechea, Verónica Mendoza, sino también Keiko Fujimori, para que se desatara una verdadera histeria de los sectores antifujimorista en el país. La encuesta de Ipsos negó el beneficio para Keiko y a lo mejor el descontrol nervioso cede a una simple inquietud.

Más allá de que los resultados disímiles y contradictorios de las encuestas sirven poco para el análisis, es evidente que el antifujimorismo, que abarca un abanico que se extiende desde Palacio hasta simples jóvenes educados en un “relato de la historia”, reaccionó con una virulencia y desesperación que dibujan una enorme interrogante sobre la democracia. Se trata de un estado de ánimo  parecido a los de otras experiencias que precedieron a las guerras civiles y alumbraron autoritarismos y baños de sangre.

El mitin del fujimorismo en el Cusco fue interrumpido por una horda intolerante que recordaba el actuar de los piquetes chavistas que ahogaron la democracia venezolana. El diario La República publicó un titular que decía “Cusqueños toman plaza y botan a Keiko”. Semejante portada representa una abierta apología a la violencia y obliga al Consejo de la Prensa Peruana a hacer una invocación pública y de oficio al mencionado diario para evitar tamaño yerro que fomenta la confrontación. Y al día siguiente,  la marcha del “No a Keiko” convocó a dos mil personas y el antifujimorismo celebró como una victoria sin igual. Todo esto sucedía cuando las acusaciones de fraude se multiplicaban y algunos trataban de desprestigiar las elecciones.

La República. 11-03-2016.

Nadie puede negar que existen razones para la ira. El JNE es el principal responsable de los accidentes electorales. Pero los jueces también se pueden equivocar en democracia, sobre todo, los jueces electorales en medio de una legislación sobrerregulada. Sin embargo los demócratas tienen que acatar las decisiones institucionales, de lo contrario, no hay democracia ni elecciones. De allí que la violencia y las acusaciones de un supuesto fraude solo tienen un objetivo: ensombrecer un hipotético triunfo del fujimorismo. Y eso no tiene nada que ver con la democracia.

El antifujimorismo (anti que también es antiaprista) -que encumbró a Ollanta Humala el 2011-, sobrevalorando sus posibilidades,  definió su guerra en dos tiempos: uno primero para bloquear la candidatura de Alan García y otro segundo para arremeter contra Keiko. El problema es que si bien lograron evitar el despegue de García, el aprismo continúa desarrollando una guerra de trincheras que le permite seguir respirando y tentando. La batalla por el segundo lugar se volvió tan cruenta, tan desgastante, que el fujimorismo se sentó el balcón para contemplar la masacre. Diciembre, enero y febrero se sucedieron de esa manera y, de pronto, el retiro de Guzmán y Acuña, demostró que nadie gana demasiado en el segundo lugar y que, ante tanta sangría, el electorado indeciso podría incluso virar al fujimorismo. Triunfo en primera vuelta lejano, pero no imposible.

La ofensiva violenta y virulenta en contra del fujimorismo solo favorece a Keiko. La candidata se presenta como moderada, prudente, limando sus aristas con el autoritarismo y la violencia del pasado y, tarde o temprano, las hordas que atacan mítines aparecerán no solo atacando a Keiko sino también a la mujer que participa en política. La imagen ideal de una victimización preparada en laboratorio.

El antifujimorismo están tan desesperado que adelantar la natural polarización de la segunda vuelta es el terreno perfecto para que García organice un nuevo discurso y se presente como la mejor carta para hacer frente a los ejércitos keikistas, que empiezan a demostrar una sobriedad frente a la adversidad que sorprende. Si el antifujimorismo no recupera el seso y guarda las tripas y pasiones, se convertirá en el mejor aliado de un eventual triunfo del fujimorismo.

Por Víctor Andrés Ponce

Fotografía: Roberto Cáceres
Víctor Andrés Ponce
14 de marzo del 2016

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