Encrucijadas naranjas

Durante el primer año de administración pepekausa, el fujimorismo priorizó su papel opositor antes que las alternativas y propuestas. Una verdad maciza como una cordillera. Es evidente que la apuesta opositora ha evitado que la base popular y emergente que, de alguna manera, representa el movimiento naranja se fracture o se disperse a favor de las propuestas antisistema que desarrollan un activismo frenético, ignorado de manera adrede o desconocido en el Perú oficial. En todo caso las encuestas revelan que el fujimorismo sigue firme, pétreo, con su caudal de aprobación, y que nadie le disputa —ni por la derecha ni la izquierda— el liderazgo de la oposición.

Sin embargo en su apuesta opositora el fujimorismo ha comenzado a desarrollar demasiadas concesiones al populismo y a las propuestas antisistema, que podrían terminar desfigurando los presupuestos que siempre han justificado la existencia del movimiento naranja. Por ejemplo la aprobación de la ley de cabeceras de cuenca —que podría determinar que las zonas por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar están libres de inversiones mineras—, la norma que prohíbe el uso de leche en polvo importada en la elaboración de lácteos, y las modificaciones al decreto legislativo 1280 que busca promover la inversión en las EPS son campanazos que nos indican que sectores del fujimorismo no están incómodos con la cercanía del populismo.

Si las cosas avanzan por allí, en el movimiento naranja se comienza a cometer un error capital (estratégico dirían los marxistas) que puede terminar pulverizando las relaciones de esta fuerza política con el movimiento popular. ¿Por qué? En los últimos 25 años el fujimorismo, en el espacio plebeyo y emergente, se constituyó en la némesis de todo lo que fuera terrorismo, comunismo, izquierdismo, chavismo, populismo, estatismo o propuestas antisistema en general. ¿Cómo entonces en el preciso momento en que el fujimorismo se convierte en mayoría legislativa comienza a bajar la guardia ideológica?

Quizá las cosas se inclinen por ese lado por una mala lectura del primer año de la administración pepekausa. Si bien el lado opositor y la tolerancia a las iniciativas populistas han significado mantener la aprobación de la gente en las encuestas, en el mediano plazo, hacia el 2021, es el camino más seguro hacia el fracaso. Si el fujimorismo sigue en la oposición sin formular propuestas, lo más probable es que la polarización Ejecutivo - Legislativo, que caracterizó al primer año del Gabinete Zavala, continúe con picos y bajadas. En ese contexto, el Perú seguirá trabado políticamente sin posibilidades de emprender reformas. Si las cosas enrumban por allí, el populismo no le servirá de nada al fujimorismo frente al fracaso pepekausa. El motivo: el antisistema denunciará que todas las desgracias empezaron con las reformas económicas de los noventa.

En realidad, las concesiones fujimoristas a los populismos y la falta de definición ideológica a favor de una propuesta de capitalismo popular son las peores amenazas que enfrenta el movimiento naranja. El histrionismo de Kenji y la libertad de Alberto Fujimori no suman tantos problemas internos como un fujimorismo autoarrinconado por sus propias concesiones al populismo.

Confundirse con el populismo y las fórmulas antisistema, en realidad, desfigura de tal manera al fujimorismo de los últimos 25 años que termina volviéndolo irreconocible y fácil de batir y derrotar por las propuestas antisistema en el mundo popular.

Víctor Andrés Ponce