Editorial Política

¡Ofensiva estatista contra sector privado en salud!

¡Ofensiva estatista contra sector privado en salud!
  • 14 de octubre del 2016

Pese a que Estado es principal fuente de ineficiencia y corrupción

El escándalo desatado por los audios de Carlos Moreno, ex asesor presidencial en temas de salud, en los que habla de “negociazos” y “minas de oro” en contratos para el Servicio Integral de Salud (SIS) del Ministerio de Salud (Minsa) y del sistema de seguridad social (EsSalud), antes que poner en el banquillo de los acusados al Estado y a los burócratas por los casos de corrupción, sorprendentemente pretende desviar la atención y demonizar la inversión privada en el sector.

Por ejemplo el portal Ojo público, en el artículo “Los dueños de la salud privada en el Perú”, señala que existen grupos económicos que “compiten por la concentración de clínicas, centros médicos y laboratorios para disputarse las ganancias de la atención de dos millones de pacientes del sector privado”. Semejante razonamiento sería absolutamente coherente en la Venezuela chavista, pero en el Perú de la Carta Política de 1993 y de la economía de mercado suena a propaganda estatista. ¿Qué denuncia Ojo Público? Si el sector privado solo atiende al 6% de la población, ¿de qué concentración se habla? ¿No se debería denunciar al ex asesor que habla de negociazo? ¿No se debería destapar la sistemática corrupción que se instaló en el sistema de salud durante el nacionalismo?

La denuncia de los audios de Moreno nos permite, en primer lugar, sospechar que en el Estado ha existido un sistema de adjudicaciones de servicios de salud poco transparente y mercantilista; y que, al parecer, ha beneficiado a una red de funcionarios venales. En otras palabras, nos revela la gravedad de la corrupción estatal y las consiguientes responsabilidades. Pero demonizar la inversión privada y, en la práctica, proponer un sistema de salud estatista, ¿acaso no es proponer el sistema chavista, en el que la gente se muere porque no hay esparadrapos ni curitas? Suena a locura.

La investigación del desastre nacionalista en salud tarde o temprano desnudará una red de corrupción que desprestigia la inevitable alianza público-privada que se debe producir en los servicios del Minsa, de EsSalud y el sistema de salud policial (Saludpol). Ante esta realidad, un primer paso en la reforma del sector es desarrollar sistemas de contratos y adjudicaciones que promuevan mecanismos de mercado y competencia en las entidades privadas que prestan servicios de salud. De esta manera, con los recursos estatales se atenderá a más pacientes y con más eficiencia.

Para avanzar en el debate proponemos un primer concepto fundamental: la responsabilidad del Estado en la salud es ineludible e incuestionable. Pero la tendencia en el mundo es a que el Estado se convierta en el principal financiador de las prestaciones de salud que se desarrollan a través del propio Estado, empresas privadas y entidades de la sociedad. Cada vez es más evidente que el Estado tiene que recurrir a la sociedad y a los privados para garantizar la eficiencia de los servicios. En sociedades tan sobrepobladas semejante propuesta suena a locura.

A partir de ese concepto, el objetivo principal del Estado debería ser subsidiar integralmente a los más pobres y graduar el subsidio a los ciudadanos que puedan pagar (de acuerdo a sus capacidades). El SIS, por ejemplo, hoy tiene alrededor de 17 millones de afiliados; es decir, a más de la mitad de la población en un país que solo tiene 6 millones debajo de la línea de pobreza. Ante semejante barbaridad el subsidio indiscriminado se convierte en el principal enemigo de los pobres.

La graduación de los subsidios posibilita convocar a los ciudadanos a desarrollar formas de ahorro y aportes para garantizar el seguro universal de todos los peruanos. Con el aumento de la longevidad que desencadena el desarrollo, los estados jamás tendrán recursos suficientes para subsidiar de manera indiscriminada. Como prueba de ello están el colapso del sistema soviético de salud algunas décadas atrás y la quiebra del estado de bienestar en Europa, que hunde al viejo continente. Y también está la tragedia del sistema chavista.

  • 14 de octubre del 2016

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