A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
América Latina crecerá 0.5% en promedio en el 2019, mientras que el planeta se expandirá sobre el 3%. ¿Cuáles son las explicaciones de la terrible lentificación del crecimiento y del proceso de reducción de pobreza en el continente? A primer golpe de vista es evidente que la explicación tiene que ver con la recesión en Venezuela y Argentina, y el pobre desempeño de Brasil, tres de las economías más grandes de la región que, como se dice, terminan jalando los números hacia abajo.
Pero, ¿cuál es la explicación de fondo? ¿Por qué América Latina, poblada de sociedades de ingreso medio, no puede superar su débil crecimiento, tal como hicieron los países asiáticos? Una primera respuesta tiene que ver con que la Guerra Fría del siglo pasado parece haberse trasladado a esta región. Cuba, Venezuela y Bolivia se han convertido en una especie de cortina de hierro que, con matices más o menos, ha destruido las instituciones republicanas y ha concentrado la economía en el Estado. Sin embargo, esta primera impresión no alcanza para explicar los estallidos sociales en Ecuador y Chile, ni el deterioro institucional del Perú, con el cierre inconstitucional del Congreso.
Antes de pretender explicar las cosas vale señalar que una sociedad de ingreso medio —la mayoría de los países latinoamericanos— es aquella que ha superado su condición de ingreso bajo, luego de una primera generación de reformas que le posibilitó reducir considerable pobreza. No obstante, luego de crecer sostenidamente, sobreviene un estancamiento económico porque no se puede seguir pagando salarios bajos ni competir con las naciones industrializadas. Los países que superaron estas etapas de bajo crecimiento son aquellos que lanzaron nuevas reformas institucionales, de educación y de salud, y que solucionaron los déficits de infraestructuras. Singapur, Corea del Sur y Taiwán, por ejemplo, lograron superar el ingreso medio y alcanzar el desarrollo.
Como sabemos Venezuela, Argentina y Brasil, por ejemplo, necesitan materializar su primera generación de reformas: fin del estado empresario, fin del estado empleador, liberación de precios y mercados, entre otros. Chile, Perú y Colombia, de otro lado, necesitan desarrollar una nueva ola de reformas, a semejanza de los países asiáticos que lograron el desarrollo. ¿Cuál es la razón entonces de que, en América Latina, las sociedades de ingreso medio no logren concretar reformas?
En América Latina han surgido corrientes neomarxistas que juegan en pared con los tradicionales colectivismos y comunismos. ¿A qué nos referimos? Estas corrientes —definidas también como marxismo cultural— se caracterizan por haber abandonado los programas generales del comunismo y se focalizan en programas sectoriales: la defensa del medio ambiente (con el objeto de detener inversiones en recursos naturales), la supuesta defensa de los DD.HH. (con el fin de erosionar la autoridad legal y coercitiva del Estado, como en el caso de Chile), la supuesta defensa de las minorías sexuales (para dividir a conservadores y liberales) y, recientemente, la supuesta defensa de los consumidores (para enfrentarlos con las empresas).
Mediante estos programas sectoriales las corrientes neomarxistas logran formar una red de oenegés, intelectuales y activistas que se logra infiltrar en los ministerios del Estado, en el sistema de justicia y, en general, en todas las instituciones de la organización estatal. En el Perú, por ejemplo, estas corrientes conducen la lógica del Estado sin necesidad de formar partidos políticos ni ganar elecciones. A partir de allí se sobrerregula la actividad económica, se bloquean las inversiones con una tupida legislación y, sobre todo, se lanza una ofensiva política para detener las reformas que se necesita para continuar el crecimiento y la reducción de pobreza.
En este punto se ralentiza el crecimiento y se crean las condiciones propicias para el retorno del discurso demagógico y populista. De esta manera los países de América Latina caen en un círculo vicioso de etapas de reformas y ajuste, y de regresos a los colectivismos y los estatismos. Este círculo vicioso es la fuerza oscura, pues, que impide enrumbar al desarrollo.
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