A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Gigantes tecnológicos en contra de políticas migratorias
Apple, Facebook, Google, Microsoft y otros gigantes tecnológicos de Silicon Valley han presentado un recurso legal ante los tribunales de Estados Unidos en contra de la orden presidencial que prohíbe el ingreso de ciudadanos de siete países musulmanes. De pronto, los gigantes tecnológicos que surgieron en la presente globalización y que presumían de su distancia de la política y de los estados, se ven obligados a ingresar al debate público frontalmente. Y es que las políticas y comerciales y migratorias de Donald Trump hacen flecos en la globalización actual y nos anuncian que avanzamos hacia un cambio de época.
Lo paradójico de esta situación es que las nuevas políticas comerciales y migratorias antiglobalizadoras de Trump surgen en el preciso momento, en que Estados Unidos lideraba la IV Revolución Industrial y se disponía a seguir peleando la primacía económica planetaria en las primeras décadas del nuevo milenio. En otras palabras, el liderazgo en la globalización y en el libre comercio es la única apuesta que le puede permitir al gigante norteamericano seguir preservando el liderazgo económico frente a la arrolladora emergencia de Asia.
Ahora bien, ¿cómo entender el choque de los gigantes tecnológicos con Trump? Para poner las cosas en contexto se necesita desarrollar una rápida autopsia de la presente globalización. La época “global”, que empezó con Reagan y Tatcher, ha logrado reducir la desigualdad promedio del planeta como nunca antes en la historia de la humanidad. El crecimiento y la reducción de pobreza en los países emergentes, sobre todo los de Asia, es la principal explicación de este fenómeno. La prueba de semejante tesis es que ahora solo el 10% de la población mundial está en situación de pobreza extrema.
Muy por el contrario, en los países desarrollados e industrializados la llamada IV Revolución Industrial ha desatado la desigualdad entre los trabajadores calificados —enganchados en la revolución digital— y los trabajadores de los cordones industriales tradicionales. Sumado a este inevitable incremento de una desigualdad hacia arriba (nadie se vuelve más pobre, sino que los innovadores se convierten en cada vez más ricos) está la inevitable migración que convoca la prosperidad.
En este contexto, la reacción nacionalista y proteccionista que en Occidente desata esa desigualdad impulsa a creer que poniéndose de costado frente a la globalización y el libre comercio se salvarán empleos y se recuperará el esplendor de las fábricas y las clases medias tradicionales. La historia y los hechos nos enseñan que semejante ilusión se hace añicos, mientras otros competidores pasan a la delantera y se alejan aceleradamente.
Es en este escenario en el que los gigantes tecnológicos de Silicon Valley han reaccionado comprendiendo algunas lecciones que los defensores de la libertad jamás deben olvidar. Por ejemplo, que no es posible imaginar un crecimiento económico sostenido y el avance del mercado al margen de la política, de una buena política para ser precisos. Cuando los gigantes tecnológicos se oponen a la orden antimigratoria de Trump están haciendo política, están reconociendo la importancia del Estado —que todos los libertarios soñamos con abolir— porque, según informa The Economist, la mitad de las startups, valorizadas en US$ 1,000 millones, fueron fundadas por migrantes.
De alguna manera también el choque de Silicon Valley con Trump nos está indicando que no todo lo que proviene de la IV Revolución Industrial es bueno. Las tecnologías son herramientas sin alma que pueden servir para hacer el bien o el mal. Si hay alguna duda, recordemos el terrorismo digital del llamado Estado islámico. En cualquier caso, el choque de los gigantes tecnológicos con Trump nos revela la enorme importancia de la política para preservar la libertad y para la construcción de la prosperidad.
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