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Los grandes retos políticos de los demócratas venezolanos
El arrollador triunfo en Venezuela de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que alcanzó el 65% de votos válidos (112 escaños), frente al oficialista Partido Socialista Unido (PSUV), que consiguió el 32% (55 diputados), crea una gran oportunidad para el retorno de la democracia en ese país. Sin embargo, el histórico resultado también le plantea una enorme responsabilidad a la fuerza opositora. ¿Cómo asumirá semejante reto la MUD?
La MUD es una coalición de partidos, movimientos y personalidades que se organizaron reconociendo que solo una fuerza unida podía obtener victorias frente al enorme régimen chavista. Su antecedente más cercano es la extinta Unidad Democrática, la fracasada alianza encabezada por Manuel Rosales en las elecciones del 2006, que obtuvo solo el 35% de votos.
Hoy en la MUD -como en toda alianza política- existen expresiones divergentes alrededor de la estrategia para enfrentar al régimen chavista y de las características de un posible gobierno opositor. Existen fuerzas y líderes como María Corina Machado y Leopoldo López (Voluntad Popular), que optan por el camino de la acción directa y el enfrentamiento en las calles contra el régimen de Maduro. Por el contrario, otro sector liderado por Henrique Capriles y Manuel Rosales apuestan por enfrentar al régimen en el marco de la legalidad y por la vía electoral. Los resultados son evidentes.
La devastación económica que ha causado el estatismo en Venezuela es el principal enemigo del chavismo. La recesión y el aumento de la pobreza han liquidado poco a poco las fortalezas políticas del llamado proyecto bolivariano. Sin embargo, algunos observadores señalan que la posición asumida por Machado y López le habría permitido al régimen de Maduro inventar complots económicos de la “burguesía” y oxigenar a una administración estatista que se caía pedazos.
Con el resultado electoral, la MUD debe saber administrar el poder con “humildad, madurez y mucha serenidad”, según ha señalado Henrique Capriles. Con 112 diputados (33 de Primero Justicia, 25 de Acción Democrática, 21 de Un Nuevo Tiempo, 14 de Voluntad Popular entre otros) la MUD tiene la mayoría calificada de dos tercios que le faculta designar a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), elegir a las autoridades del CNE, promover referendos, promulgar leyes orgánicas, desarrollar reformas constitucionales o asambleas constituyentes. No es poca cosa.
Los líderes de la oposición deben hilar fino ya que podrían surgir dos tendencias en el seno del chavismo. Una primera liderada por Maduro y apoyada por los estrategas cubanos, que optaría por salir del sistema institucional creado por el propio régimen bolivariano. O tal vez podría surgir un bando “institucionalista” encabezado por un sector de las Fuerzas Armadas, dispuesto a una transición en el marco de la legalidad. La línea de Capriles es que el traspaso del poder sea lo menos traumático.
La otra estrategia opositora es encabezada por Machado y López. Ambos buscan acelerar la transferencia del gobierno antes de las elecciones presidenciales del 2018. Semejante posición originaría graves enfrentamientos con el régimen bolivariano con consecuencias insospechadas.
Por lo tanto, la oposición tiene un gran reto. Venezuela tiene hoy los peores indicadores económicos y sociales del planeta: 18 millones de pobres, un Producto Bruto Interno (PBI) de -10%, una grave inflación acumulada superior al 200%, desabastecimiento de productos básicos y el desempleo galopante. Ante semejante panorama siniestro se espera que los líderes opositores tengan la cabeza fría y la capacidad de los estadistas para que el país llanero retorne al crecimiento económico y a la democracia.
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