Globalización

El triunfo del progresismo en Chile, Perú y Colombia

El discurso posmoderno de la libertad absoluta y el estado totalitario

El triunfo del progresismo en Chile, Perú y Colombia
  • 22 de junio del 2022

Las izquierdas han ganado en Chile, Perú y Colombia. Sin embargo, más allá de los vínculos de estas izquierdas con el Foro de Sao Paulo y los santones del comunismo latinoamericano –Fidel Castro, Hugo Chávez y el Che Guevara– estas izquierdas tienen matices, humores, estilos y colores propios. Más allá del doctrinarismo elemental de Perú Libre y el Movadef en el Perú, no son las izquierdas previas a la caída del Muro de Berlín; son otras diferentes, que han experimentado diversas reformas culturales.

Frente a la complejidad del fenómeno, estas izquierdas pueden convertirse en los enemigos más soberbios de Occidente y el desarrollo capitalista desde la Ilustración y la revolución industrial. Resulta imposible desarrollar el tema desde un editorial periodístico. pero sí se puede mencionar que esta izquierda es la izquierda de los relatos, de las fábulas, no obstante que predica que se acabó la modernidad y el tiempo de los relatos. También es una izquierda que se propone controlar la cultura antes que la economía. La colectivización de la economía y el poder (caso Chile) es el añadido final de una revolución cultural previa.

Quizá para aterrizar el análisis vale decir, por ejemplo, que en Chile, Perú y Colombia los progresismos construyeron fábulas sobre los derechos humanos y la historia reciente. En el sur, el pinochetismo fue la bestia con los dientes ensangrentados y Allende otro santo del panteón comunista de la región. En el norte, el uribismo se convirtió en el objetivo de todas las demonizaciones y la izquierda en una fuente de paz y acuerdos, pese a haber ensangrentado Colombia durante todo el siglo XX. Y, en el Perú, el fujimorismo fue estigmatizado de tal manera que Sendero Luminoso y Abimael solo fueron unos actores más de los equívocos nacionales. Gracias a esta narrativa, Pedro Castillo llegó al poder de la mano del maoísmo doctrinario.

Sobre estas fábulas, sobre estos relatos, se construyeron los triunfos de la izquierda en los ex países de la gran Alianza del Pacífico. Es evidente que esta izquierda merece analizarse, estudiarse, precisamente, para defender las libertades de Occidente. Sus matrices son complejas: los grandes intelectuales de la escuela de Frankfurt y los neomarxistas franceses, bastante inclinados al marketing posmoderno.

Si recordamos que en los tres países la ideología de género, la estrategia medioambiental que califica al capitalismo de la revolución industrial como el gran contaminador del planeta, y la utilización de los derechos humanos para debilitar la autoridad del estado democrático, han formado parte de los evangelios progresistas, nos aproximaremos de mejor manera a entender la naturaleza de estas izquierdas.

En Colombia y en Chile, el progresismo redactó programas, organizó partidos y ganó elecciones. En Perú, una estrategia única en el planeta, esta corriente solo se focalizó en controlar instituciones para de allí manejar el poder y convertir el sufragio electoral en elemento decorativo.

Sin embargo, el gran problema de este progresismo cultural e institucional es que se alimentó de la campaña anticapitalista, a través de las proclamas contra el neoliberalismo. En los tres países los modelos económicos, basados en la inversión privada, han reducido la pobreza y extendido el bienestar como nunca antes en la historia de la región. Si detiene o frena el crecimiento no existirá fábula para explicar la tragedia. Las masas se volverán contra ellos, y ya está pasando en Chile y Perú.

En cualquier caso, este progresismo posmoderno que reivindica “una libertad absoluta para el individuo” –concepto irreal que nunca existirá en una sociedad concreta–, una libertad que debe imponerse a costa de disolver las instituciones existentes, paradójicamente, propone que para garantizar esa libertad única hay que empoderar al Estado hasta el límite. La libertad irreal por un lado y un estado despótico, totalitario, que solo se vio en el bolchevismo y el nazismo. Veremos qué sucede. Que siga el debate.

  • 22 de junio del 2022

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