Globalización

El triunfo del marxismo cultural en Chile

Interrogantes sobre el futuro del país del sur

El triunfo del marxismo cultural en Chile
  • 22 de diciembre del 2019


Se han ensayado diversas interpretaciones del estallido social en Chile y, de alguna manera, todas ellas tienen una parte de la verdad. Una aproximación más o menos extendida y aceptada tiene que con el fracaso del Estado en la provisión de los servicios a una economía y sociedad que, desde los años ochenta, redujo la pobreza del 45% de la población a menos de 10% y logró un ingreso per cápita de más de US$ 15,000.

La reducción de la pobreza y el aumento del ingreso extendieron las clases medias, pero el Estado siguió siendo el mismo. No obstante tener la mejor educación de América Latina, de acuerdo a todos los rankings y mediciones, la educación estatal está a distancias siderales de la privada, más globalizada y conectada a la IV Revolución Industrial. Igualmente, los servicios estatales de salud, que atienden el 80%, de la demanda están largamente retrasados con respecto a los servicios privados. En este contexto, la ralentización del crecimiento que desencadenó el entorno internacional y los yerros de la segunda administración Bachelet (reforma tributaria y laboral) crearon esta irritación social que fue envuelta en el relato neomarxista que hoy difunden el Frente Amplio y el Partido Comunista.

Cualquier chileno de buena voluntad, frente a los fracasos del Estado, plantearía reformas urgentes para salvar lo que ha funcionado en el país del sur: la economía de mercado y la inversión privada. Sin embargo, la narrativa colectivista ha logrado construir el sentido común de que todo sucede por el fracaso del neoliberalismo. 

El relato neomarxista, que busca controlar la superestructura y la ideología de la sociedad, le ha vendido a los chilenos la idea de que pueden crear una sociedad de bienestar sin haber procesado ninguna revolución industrial. Cinco días antes de dejar el poder, Michelle Bachelet presentó una propuesta de Constitución que apuntaba en ese sentido. Hugo Chávez en Venezuela, Néstor KiRchner en Argentina y Luiz Inácio Lula en Brasil también prometieron un estado de bienestar. Los trágicos resultados ya se conocen.

Los chilenos están atrapados en un relato sin salida. Creen que pueden tener una sociedad de bienestar y pensiones de países desarrollados, no obstante que el ingreso per cápita mapocho apenas representa el 25% del de Estados Unidos. En Europa y los países desarrollados el estado de bienestar está en revisión, no obstante que estas sociedades tienen cuatro revoluciones industriales. Los chilenos no tienen ni una. Y la convocatoria a una asamblea constituyente de parte del Ejecutivo y la oposición solo revela que, a punta de acciones pre insurreccionales, el colectivismo ha impuesto una lógica que nadie sabe en qué terminará.

¿Cómo explicar la tragedia en curso de los chilenos? Por un lado, está la voluntad política de los comunismos y los colectivismos y la evidente molicie de la derecha y los liberales. Detrás de las marchas de los escolares de la secundaria está un impresionante trabajo del Frente Amplio y los comunistas en el profesorado chileno. Basta recordar que aquí en el Perú el trabajo del maoísmo en las escuelas y universidades desató una guerra de maestros y estudiantes en los años ochenta, por un movimiento que se llamó Sendero Luminoso. Salvando las distancias, hay un parecido con la marcha de estudiantes y maestros en Chile.

El marxismo cultural no solo ha avanzado en los estudiantes y profesores, sino también en las instituciones del Estado y los medios. La supuesta defensa de los DD.HH. de los milicianos que pelean en las calles y queman iglesias ha paralizado a los Carabineros y las Fuerzas Armadas. Y, de pronto, Chile avanza hacia un callejón sin salida.

Chile es el mejor ejemplo de que la historia nunca tienen fin, sobre todo en las repúblicas y las economías capitalistas. El capitalismo tiene la virtud de reducir pobreza y elevar el bienestar, pero también tiene la propiedad de causar desigualdades e irritaciones sociales. Cuando las élites renuncian a las reformas y al combate ideológico, triunfa el anticapitalismo. Por eso Marx escribió El Capital, en contra de la primera revolución industrial.

  • 22 de diciembre del 2019

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