A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
En Argentina la devaluación del peso no se detiene. Ha llegado a caer hasta 28,20 pesos por un dólar. En menos de dos años la moneda argentina se devaluó en más del 100 %. Cuando Mauricio Macri asumió el poder el cambio era de 13 pesos por dólar. La devaluación es, pues, evidente. El problema es que la devaluación del peso no ha significado un ajuste real del déficit fiscal, por la falta de firmeza de Macri para reducir los gastos del Gobierno central y de los estados.
En este contexto la devaluación del 100% del peso —sin reducción significativa del déficit— ha generado el desánimo y el escepticismo del mundo empresarial y de la inversión. El gradualismo de Macri para desmontar el impresionante gasto estatal que, durante el kirchnerismo, aumentó en más de 600 % es una de las causas principales del fracaso de la economía de su administración.
Mauricio Macri, en su intento de no ser "el malo de la película" y lograr otra oportunidad para solucionar la crisis de medio siglo del Estado argentino (que nadie se atreve a reformar) está jugando una última carta: endeudarse por US$ 50,000 millones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se conoce que el señalado organismo multilateral exigirá al país gaucho la reducción del déficit fiscal del 3.9% del PBI en tres años, además de reducir la inflación, una de las más altas de la región. El acuerdo con el FMI, pues, reducirá la obra pública y el gasto general, desatando protestas sociales y la movilización oportunista del kirchnerismo.
Según diversos observadores, a inicios de su Gobierno, Macri —además de atraer al sector privado— debió tomar medidas radicales y desligar a Argentina no un poco, ni la mitad, sino totalmente del populismo kirchnerista. El sinceramiento de las tarifas públicas, que representaron un aumento del 1600% en servicios públicos en conjunto (agua, electricidad, gas y transporte), no fue suficiente para ajustar una economía con enorme gasto público e inflación.
Los economistas señalan que las medidas económicas del gobierno argentino solo estaban agravando los desequilibrios productivos y financieros del país. Las exportaciones financian el 60% de los gastos del país, y el otro 40% (unos US$ 40,00 millones) “se cubre a través de deuda”, según el economista Claudio Lozano. Para muchos este gradualismo está relacionado con la pretensión de Macri en mantener su popularidad y presentarse en las elecciones de octubre del próximo año. pero los malos resultados han echado por tierra el proyecto de reelección.
En este portal estamos convencidos de que gobernar bien no es endeudarse irresponsablemente, sino hacer una serie de reformas de fondo, que por lo general no son nada populares pero sí efectivas en el tiempo. Reducir el gasto público, subir los impuestos, sincerar las tarifas de los servicios resultan opciones incómodas, aunque necesarias para reducir el déficit fiscal y la inflación. A ello también contribuye la inversión, nacional o extranjera, que genera miles de puestos de trabajo e ingreso para el Estado por los impuestos, contribuyendo así con el desarrollo de un país. Sin embargo, los inversionistas necesitan seguridad y estabilidad, condiciones que no les brinda Argentina; un país que solo creció un 2,6% en los últimos seis años, frente a una expansión mundial que promedió 17.4%.
Mauricio Macri debe entender que si hoy el pueblo reclama por el sinceramiento de las tarifas, el día de mañana comprenderá por qué se tomaron estas medidas. Cuando vean a sus hijos y nietos con una mejor calidad de vida. Cuando vean a una Argentina con una mejor educación, salud, sistema judicial, infraestructura, con mayor empleo y con mejores salarios. A todo eso apunta la reforma estructural de la economía, el único camino que sacará a Argentina de la crisis actual.
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