Globalización

El infierno venezolano que puede llegar al Perú

El comunismo le robó la libertad y el futuro al país llanero

El infierno venezolano que puede llegar al Perú
  • 04 de enero del 2021

El Metro de Caracas, en Venezuela, a cargo del denominado Ministerio del Poder Popular para el Transporte Terrestre (MPPTT), es el principal foco de contagio de coronavirus. Los protocolos sanitarios no se cumplen. Los vagones repletos de pasajeros –la mayoría de ellos sin tapabocas– parten de las estaciones sin la seguridad de completar el recorrido. 

El servicio del Metro es gratis y desde hace años de pésima calidad. Después de 37 años de servicios (20 años bajo el régimen comunista), los vagones y locomotoras del Metro están literalmente destartalados y reducidos en número por la falta de mantenimiento. Desde la presidencia de Hugo Chávez, en 1999, se redujeron los presupuestos para reemplazar los vagones, comprar repuestos y pagar a los técnicos especializados que, además, huyen del país en busca de mejores perspectivas. Los supuestos poderes populares no sirven de nada porque no ofrecen transporte de calidad a la población. Según diversos cálculos, casi la tercera parte de los vagones y de las instalaciones de las estaciones del Metro están en completo abandono y deterioro. Y esta es solo una muestra de lo que sucede en la vida diaria de Venezuela.    

Las imágenes de Caracas y de otros poblados venezolanos se parecen a las postales cubanas que retratan la pobreza y el deterioro de la infraestructura en general que desata el socialismo. Cuando Venezuela recupere su libertad, el costo de restaurar las instituciones, la economía y el bienestar previos al régimen chavista será enorme. Tomará décadas y esfuerzos parecidos a la reconstrucción de Berlín y de la Alemania de la Cortina de Hierro, luego de la caída del Muro. Desde entonces y por más de 25 años, gran parte del presupuesto del gobierno federal alemán ha estado destinado a los poblados de la ex República Democrática Alemana (RDA), con el fin de dotarlos de servicios públicos e infraestructura, inexistentes durante la dictadura comunista. Igualmente, también se subsidiaban las remuneraciones para que alcancen las mismas condiciones de los trabajadores de Alemania Occidental.

Jorge Alberto, quien vive en Venezuela desde hace 40 años y quien fuera destacado dirigente de la desaparecida y poderosa Federación de Empleados Bancarios (FEB) de Huancayo, nos cuenta desde Caracas el retroceso deprimente de la sociedad venezolana y de la economía desde la llegada de Chávez al poder. Al contagio del coronavirus, con estadísticas oficiales distintas a la realidad, se suman la anemia, tuberculosis, sífilis y hepatitis. “Ya no asombra ver en las calles gente famélica y con los rostros amarillos mostrándose abatidos. El brillo de felicidad, característico del poblador venezolano, ha desaparecido”, señala Jorge. 

En los últimos 20 años no se han ejecutado planes mínimos de saneamiento. Por falta de agua potable y servicios de alcantarillado y plantas de procesamiento de residuos sólidos, las enfermedades se multiplican en la población. El agua potable se reparte principalmente a través de camiones cisternas donados por China. Los tanques reparten agua, supuestamente potable, en las zonas periféricas de Caracas y poblados. 

“El dominio del socialismo venezolano sigue al libreto del modelo cubano de comisarios de calle armados controlando a la gente”, cuenta Jorge Alberto. La población no puede disentir del gobierno y de sus comisarios por el temor a ser denunciados ante la policía bolivariana. El motivo de la denuncia no importa. Por esta razón, Maduro llena las plazas con manifestantes y gana elecciones, por las represalias, por el miedo de la gente de perder los bonos y el “carnet de la patria”, necesarios para obtener beneficios del gobierno. 

El infierno venezolano, establecido por el comunismo, explica la huída de miles de personas de Venezuela. Según la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y otros observadores mundiales, cerca de cinco millones de venezolanos viven en el extranjero debido al hambre, las enfermedades y la falta de oportunidades laborales en ese país.

Para Jorge Alberto, el ex sindicalista peruano –que por motivos de trabajo recorre las calles de Caracas, sus suburbios y poblados del país llanero– “no solo la pobreza se ha acentuado sino además, y lo más triste, la dependencia”. El socialismo le ha quitado a la población lo más preciado: la libertad de disentir. A la gente se queda en Venezuela solo le queda el mendrugo y la dádiva de la burocracia chavista.

  • 04 de enero del 2021

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