A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
La noticia de que el presidente Michel Temer desarrolla una ambiciosa reforma económica para desmontar el inmenso Estado populista brasileño es, sin duda, alentadora. ¿Por qué? Porque Temer, a pesar de tener un Congreso y un Senado en su contra, con la oposición de izquierda en la calle y con varios juicios sobre los hombros, además de solo 3% de aprobación, tiene suficiente audacia para desmantelar el todopoderoso Estado populista que creció durante los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff. ¿De qué se tratan las reformas económicas de Temer?
Vale resaltar que antes debemos analizar el Brasil heredado de los gobiernos anteriores. En el Brasil se echó a andar un Estado inmenso y populista. Primero con Lula Da Silva y luego con Rousseff. Durante su gobierno, Lula creó un inmenso Estado benefactor y populista. Por ejemplo, solo un programa social —Hambre Cero— mantiene hoy a más de treinta millones de personas. Además, durante el gobierno de Lula se tejió una trama corrupta —caso Lava Jato— en la que están implicados muchos políticos y empresarios, incluido el ex presidente.
Con respecto a las audaces reformas de Temer debemos indicar lo siguiente. El gobierno de facto de Michel Temer adelantó que tiene un plan de privatizaciones en el que 57 empresas públicas (terminales aeroportuarios, líneas eléctricas y autopistas) pasarán a manos del sector privado. Si las reformas económicas y las privatizaciones tienen éxito, el gobierno podrá tener alrededor de US$ 14,000 millones que servirán para paliar el enorme forado fiscal. Hoy el déficit fiscal del país carioca es alrededor de US$ 57,000 millones.
Como indicamos, la herencia populista es sumamente preocupante. Por ejemplo, según la firma brasileña Tendencias Consultoría Integrada (TCI), más de 3.3 millones de familias han perdido la condición de clase media y han retornado a la pobreza. El informe explica que semejante retroceso se debe al alto índice de desempleo, los bajos salarios y los créditos limitados. El informe de TCI señala que el regreso a la pobreza será gradual. En el 2015 se estimó que 1.5 millones de familias retornaron a la condición de pobres, en el 2016 lo hicieron 1.1 millones y en el 2017 serán 450,000. Sin duda, una verdadera “hazaña” del Estado populista.
Una de las grandes y falaces narrativas inventadas y desarrolladas por la izquierda en la región es que Brasil era un modelo, un paradigma de reducción de la pobreza para los gobiernos socialistas. Ese sueño populista se ha partido en mil pedazos. Los gobiernos de Lula y Dilma no solo extendieron el Estado, sino que además desde allí se gestó un plan de corrupción hacia América Latina. Hoy sabemos cómo las más importantes empresas brasileñas desplegaron una red de corrupción en varios países latinoamericanos financiando candidaturas y sobornando funcionarios públicos. Ahora la voluntad reformista de Temer es encomiable porque, frente al adverso panorama político, impulsa una serie de reformas económicas. No hay otro camino.
Para comprender las fortalezas y debilidades de la economía del Perú vale la comparación con Brasil. Por ejemplo, en el periodo 2005-2013, el Perú redujo pobreza de 52% al 23% y el Brasil de 36% a 18%. Ambos redujeron la pobreza en la mitad, pero ahora, ¿qué modelo sigue reduciendo pobreza? El peruano. ¿Por qué? Porque en los motores antipobreza del Perú fueron el crecimiento y la inversión privada, mientras que en Brasil fue el gasto estatal. Hoy que bajan los precios de los commodities y se reducen los ingresos de los países, el estatismo y el proteccionismo ya no pueden bajar la pobreza y convierten la región en la vergüenza del mundo.
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