A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Ante la crisis sociopolítica de Nicaragua y el secuestro de la prensa por parte del dictador Daniel Ortega, funcionarios de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ACNUDH) visitaron Nicaragua y revelaron que son más de 300 muertos y 2,000 heridos las víctimas de la dictadura. Entre ellos, un reportero que transmitía las incidencias de las manifestaciones. Como sabemos, a fines de los setenta Ortega llegó a la presidencia como líder sandinista, en la revolución que derrocó al dictador Anastasio Somoza.
El primer gobierno de Ortega fue un régimen estatista que produjo una inflación del 7.5% y niveles altos de déficit fiscal y deuda pública. En 2007, luego de un periodo de democracia y recuperación económica, el pueblo nicaragüense le dio otra oportunidad a Ortega, y desde entonces suma cuatro periodos presidenciales. Los tres últimos de manera consecutiva, porque en 2014 la Asamblea Nacional aprobó la propuesta de Ortega de instaurar la reelección indefinida. Como se aprecia, el mismo modelo institucional autoritario de todos los regímenes chavistas en la región.
En este contexto, muchos nicaragüenses son víctimas del abuso de poder. Es cierto, Ortega ya no pertenece a la extrema izquierda, sin embargo sus aspiraciones de controlar todo el poder siguen siendo las mismas. Lejos de la paz prometida, Ortega actúa persiguiendo y encarcelando políticos, e imponiendo severas restricciones a la libertad de opinión. Este año las manifestaciones se produjeron debido a la reforma en el sistema pensionario. Esto significaba, en esencia, un recorte del 5% en las pensiones de los beneficiarios y el incremento de las contribuciones de empleados y empresas. Con la medida, el Ejecutivo buscaba reforzar el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), que sufre por un déficit de más de US$ 70 millones.
Aunque los socialistas digan que Ortega es un dictador de derecha, lo cierto es que este “monstruo” lo creó el socialismo. Tanto los Ortega como los Kirchner y los chavistas se han “adueñado” de sus respectivos países, enriqueciendo a sus familias con la plata de sus pueblos. Todos ellos llegaron al poder con promesas populistas.
Es evidente, pues, que darles otra oportunidad a los dictadores se paga caro. Una nación que vela por la democracia no debería arriesgarse de la manera en que lo hizo el pueblo nicaragüense al "comprar" la careta de un arrepentido Ortega, quien utilizó un disfraz religioso y conservador para obtener otra oportunidad. Paradójicamente, el mismo Ortega, que dice profesar una ferviente fe católica, ha hecho caso omiso de la carta que el Episcopado le envió, que le ordenaba —recogiendo los sentimientos de la inmensa mayoría de los nicaragüenses— que adelante las elecciones para el 2019.
Desde este portal condenamos todo tipo de dictadura que cobre vidas inocentes y genere caos en la sociedad. Es inconcebible que en una democracia que se respete, la vicepresidenta sea la esposa del presidente de turno y que sus hijos ocupen puestos claves en el Gobierno. También condenamos toda persecución política y social. Pero debemos tener en claro que nada de esto sería posible si existiese un consciente voto electoral. Elegir gobernantes de izquierda es un error, pero olvidar sus verdaderas intenciones es mucho peor.
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