A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
No obstante el rechazo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y del Grupo de Lima, la radical posición en contra del Brasil (liderada por el presidente Jair Bolsonaro) y, sobre todo, del repudio de los venezolanos, el dictador Nicolás Maduro asumió un nuevo mandato en Venezuela como si en el planeta no hubiese habido la Guerra Fría del siglo XX y como si los discursos marxistas, neomarxistas y comunistas no formaran parte de los museos del horror. Para sorpresa del planeta, Manuel López Obrador echó nubarrones sobre el futuro del continente, y se negó a condenar la dictadura chavista, junto a Nicaragua, Bolivia, Cuba, Uruguay y el Salvador. Todos estos países, se convirtieron en los soportes del régimen chavista. El mundo entero condenó: desde Estados Unidos hasta la Unión Europea. Ni siquiera la dictadura castrista logró tanto repudio internacional.
En este contexto, Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela (ANV), se proclamó presidente del país llanero y, en el acto, el president Bolsonaro reconoció su mandato generando un problema sin precedentes para la dictadura chavista. Por su parte, los países integrantes del Grupo de Lima (13 en total, entre ellos el Perú) acordaron no solo desconocer el mandato de Maduro, sino también prohibir el ingreso de funcionarios chavistas a sus respectivos países. En el acto, en la dictadura chavista se habló de encarcelar a Guaidó, habida cuenta de que el régimen controla el Poder Judicial y el Tribunal Supremo.
Como se sabe, Maduro juramentó ante el Tribunal Supremo, en lugar de hacerlo ante la Asamblea Nacional de Venezuela, como manda la Constitución. Ante el hecho, en el Legislativo se proclamó presidente a Guaidó. Luego la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, escribió en Twitter: "Guaidó, ya te acomodé la celda, con tu respectivo uniforme. Espero que nombres rápidamente a tu gabinete para saber quiénes te van a acompañar, muchacho pajúo (hablador)". La dictadura, pues, moverá cielo y tierra para permanecer en el poder. Cualquier opositor entonces será encarcelado. Al cierre de esta edición, Guaidó había sido detenido por un comando de la dictadura chavista para más tarde ser liberado.
La crisis de Venezuela no solo es sensible para América Latina porque, en la práctica, resulta una nueva Cuba continental, una dictadura desembozada donde se violan DD.HH. y se encarcelan a los opositores, sino también porque la devastación económica ha desencadenado la ola migratoria más grande en la historia de la región. Se calcula que más de cuatro millones de venezolanos han migrado con la dictadura y que 5,000 llaneros huyen diariamente del desastre económico que liquida, sobre todo, a niños y ancianos.
Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Chile y Brasil, son los principales países hacia donde se dirigen los miles de venezolanos. Más allá de la generosidad y solidaridad latinoamericana, se llega a la conclusión de que la única manera de resolver la crisis humanitaria y la ola migratoria pasa por derribar a la dictadura chavista. De lo contrario, la infraestructura institucional y social de los países receptores no será suficiente para absorber semejante migración.
Según un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), la hiperinflación en Venezuela el 2019 sumará 10,000,000%. Este mismo informe señala que la economía de Venezuela se contraerá 5%. Asimismo, el FMI estima que, de continuar el mismo modelo económico, hacia el 2023 el PBI per cápita se contraerá en 60%.
Las enseñanzas de la tragedia venezolana deben ser aleccionadoras para los lationoamericanos y los peruanos. Allí se están materializando los proyectos comunistas, socialistas, colectivistas y populistas que el neomarxismo latinoamericano pretende velar con proyectos edulcorados que, incluso, se autoproclaman liberales. Hoy, con los acontecimientos en el Perú y en América Latina, queda en evidencia que los proyectos sobrevivientes de la Guerra Fría amenazan, casi intactos, a la democracia y la economía de mercado.
COMENTARIOS