A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
El triunfo abrumador de Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), en las elecciones para la presidencia de Brasil representa un verdadero cataclismo para la izquierda latinoamericana que se consolidó en las últimas dos décadas, en medio de la corrupción Lava Jato. La economía brasileña es la más grande de la región, la segunda en las Américas (detrás de Estados Unidos), y la sexta en el mundo, con un PBI de más de dos mil billones de dólares. El nuevo presidente de Brasil ha llegado al poder con un mensaje directo: liquidar el colectivismo estatista, desregular todos los mercados y, sobre todo, terminar con la corrupción que impulsó el Foro de Sao Paulo en la región, a iniciativa del Partido de los Trabajadores (PT).
Bolsonaro no solo pulveriza el establishment político brasileño —basado en el bipartidismo del Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB) y el PT— sino que, en términos ideológicos llega a afirmar lo siguiente: “Brasil nunca adoptó en su historia republicana los principios liberales”. El mandatario brasileño, influenciado por su principal asesor económico, Pablo Guedes ( un entusiasta Chicago Boy, vinculado a los mercados financieros internacionales), ha prometido pisar el acelerador de las privatizaciones de las gigantescas empresas brasileñas y reducir el gasto público en cerca del 20% para reducir el actual déficit fiscal y lograr superávit en el 2020. En diversas declaraciones a la prensa internacional, Guedes ha sostenido que el Estado brasileño debe vender activos (incluso las emblemáticas Petrobras y Electrobras) para reducir la deuda pública, que sobrepasa el 70% del PBI.
Pero eso no es todo en cuanto al programa proinversión de Bolsonaro. Se ha planteado reducir ministerios (de 29 a 15), promover el sistema de capitalización individual como eje de la reforma previsional (en reemplazo al sistema estatal de reparto) y reducir las tasas impositivas a las corporaciones (de 27.5% a 20%), a semejanza de las políticas de Trump. No es extraño entonces que la victoria de Bolsonaro desate una euforia en la bolsa y de todos los mercados brasileños.
Pero aquí viene lo interesante. Tanto Trump como Bolsonaro tienen visiones conservadoras hacia adentro, pero abiertamente procapitalistas en el sentido de reducir Estado y liberar cargas impositivas para trasladarlas a la sociedad. Diversos analistas económicos han señalado que esos elementos harían posible un relanzamiento del libre comercio en la región. Por lo pronto, se da por descontado que todos los proteccionismos organizados en el Mercosur —durante la hegemonía del PT— serán erradicados. Y, de una u otra manera, esta tendencia lanzará aire fresco promercado en toda Sudamérica, mientras se multiplican las posibilidades de negocio. Si nuestro país no estuviese bloqueado por el enfrentamiento Ejecutivo-Legislativo y el acelerado proceso de desinstitucionalización, esa sería una noticia fenomenal.
La izquierda latinoamericana y europea ha intentando demonizar a Bolsonaro reduciéndolo a un caudillo populista de derecha que solo “debilitará la democracia y las instituciones”. No se puede negar que existen ese tipo de peligros, sobre todo si la popularidad se desborda y se crea la tentación de gobernar sin las instituciones. Si eso sucediera, en este portal nos sumaremos a las protestas. No obstante, ese no es el problema que tiene con Bolsonaro la izquierda latinoamericana, porque ella apoya sin rubores a los regímenes chavistas en Venezuela, Bolivia —antes en Argentina y Ecuador—, y sostiene sin medias tintas a la satrapía de Cuba.
El problema de la izquierda es que Bolsonaro ha desnudado la estrategia marxista que, luego de la caída del Muro de Berlín, se mimetizó en una falsa lucha por el medio ambiente, de los derechos humanos, de las cuestiones de género y de una supuesta defensa del consumidor, con el fin de desatar una guerra contra las empresas. Esta estrategia gradualista, gramsciana, poco a poco ha ido colonizando los organismos internacionales y se ha apoderado de muchos estados en la región. Bueno, el nuevo presidente brasileño, simplemente, ha convertido en puré estas estrategias de marxistas camuflados en las ONG, tal como sucede en el Perú con IDL-Reporteros, Transparencia, Grufides y otras.
El triunfo de Bolsonaro en Brasil, pues, es una noticia que remece el continente y el planeta. Pero también deja enseñanzas sobre cómo hay que combatir a las izquierdas que suelen defender la democracia y la economía de mercado de la boca para afuera, mientras desarrollan y consolidan su plan anticapitalista.
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