A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Alberto Fernández, presidente de Argentina, presentó a su equipo ministerial y anunció sus primeras acciones. “Vamos a crear el Ministerio de la Mujer, Género y Diversidad”, ha sido el “gran” anuncio del presidente electo recientemente. Asimismo, Fernández ha señalado que negociará con el Fondo Monetario Internacional (FMI) las deudas del Estado argentino. Según el FMI, la deuda argentina representa el ¡93% del Producto Bruto Interno (PBI)! El resultado de las políticas socialistas impuestas en doce años de kirchnerismo.
Hasta las últimas semanas de su gobierno, Mauricio Macri, ex presidente argentino, estuvo negociando el crédito con el FMI para resolver la cuantiosa deuda heredada de los gobiernos de los Kirchner (Néstor y Cristina). El rescate económico no se concretó debido a su débil candidatura frente a la oposición, liderada por la dupla Alberto Fernández y Cristina Fernández viuda de Kirchner.
En 2018 Macri acordó con el FMI un préstamo de US$ 57,000 millones, 10% del Producto Bruto Interno (PBI) argentino. El ex presidente se comprometió con el FMI a mejorar las finanzas de su país; es decir, a gastar menos de los ingresos estatales. No obstante los compromisos, viendo que su candidatura se venía abajo y para recuperar a sus electores, Macri optó por el populismo: incrementö el gasto social,redujo los impuestos y congeló el precio de la gasolina y de los servicios públicos. El resto es historia conocida. Ganaron los Fernández y Macri perdió la reelección presidencial por llevar adelante un gobierno tibio, sin las reformas necesarias en el momento de mayor popularidad.
Por su manejo público, Macri no logró resolver el legado desastroso de más de 12 años de kirchnerismo. Las deudas quiebran la economía argentina, así como la inflación (que supera el 55%), el tipo de cambio controlado y la oferta de los servicios públicos, que cada día empeora. En lugar de un shock económico, Macri eligió el gradualismo. Las protestas organizadas por la izquierda argentina hicieron que Macri retrocediera hacia el gradualismo. En este contexto, la desilusión del elector argentino fue aprovechada por la demagogia de los Fernández y de los marxistas.
No obstante haber despotricado del FMI durante la campaña electoral, Alberto Fernández ha señalado recientemente –durante la presentación de su gabinete de ministros– que acordará con el FMI las deudas acumuladas. Como era previsible, el FMI le exige a Fernández “un programa consistente antes de negociar”. La experiencia ha enseñado que los fondos deben ser utilizados para resolver los problemas y no para agravarlos, destinándolos a supuestos programas de desarrollo que no ofrecen resultados (el llamado asistencialismo).
Sobre la pobreza, que afecta al 41% de los argentinos, Fernández –como aquí Ollanta Humala– cree que los programas sociales servirán para mejorar la economía de los hogares pobres. La creación de un nuevo ministerio no es otra cosa que el incremento de la burocracia, con el consiguiente gasto desquiciado: improductivo y que genera dependencia. El de la Mujer, Género y Diversidad servirá para cobijar a los marxistas argentinos, expertos inventando relatos sociales. Como en toda la región latinoamericana, un 70% del “gasto social” termina favoreciendo a la burocracia instalada a cuerpo de rey en los ministerios. Los presupuestos del sector “social” son consumidos por los sueldos y privilegios (chofer, seguridad, gasolina), asesorías y consultorías siempre de lo mismo; eventos, publicidad, viáticos, comunicaciones y un ejército de empleados contratados para hacer supuestas labores de campo. Las demandas sociales no se resuelven con asistencialismos, sino con reformas sustanciales e inversiones.
Con Fernández en la presidencia vuelve el compadrazgo entre Argentina y el chavismo venezolano; y el Grupo de Lima pierde un aliado contra la dictadura de Nicolás Maduro. El Grupo de Puebla (Foro de Sao Paulo) se refuerza y continuará saboteando las democracias latinoamericanas. Los colectivismos marxistas continúan señalando –según ellos– que el modelo democrático y de mercados abiertos ha fracasado.
Hoy, en Argentina –el país latinoamericano que a principios del siglo pasado tenía niveles sociales y económicos por encima de la media europea– los comedores populares son comunes. Literalmente, la gente no tiene qué comer por las políticas equivocadas desarrolladas durante el kirchnerismo.
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