Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
Es impresionante lo que acaba de suceder con el Proyecto de Ley N° 1215, que regula las denominadas “Experiencias formativas en situaciones reales de trabajo” (EFSRT), presentado por la congresista Rosa María Bartra. El diario La República, durante varios días, publicó sendos titulares denunciando una “ley esclavista”; El Comercio se plegó a la ofensiva ideológica del diario de izquierda. Hasta el ministro de Trabajo, Javier Barreda, se sumó a la avalancha, y las bancadas que apoyaron el mencionado proyecto entraron en desbande y retiraron sus firmas de la iniciativa. ¡Dios mío, esclavistas en el Perú del siglo XXI!
Pero, ¿de qué estamos hablando? Es evidente que el proyecto no es un asunto de legislación laboral, sino de materia educativa, porque tiene que ver con la formación de los estudiantes de los institutos tecnológicos. Es decir, con estudiantes que deben formarse en situaciones reales, como sucede en Alemania con la formación dual. Y una situación de ese tipo solo puede producirse en una empresa. ¿Qué tiene que hacer Barreda en el asunto? Un alumno que va un claustro privado paga la respectiva pensión. ¿O no? De lo contrario, no estudia. El debate entonces no debería ser si las empresas deben pagar la formación de un estudiante, sino si el propio estudiante, el instituto o el Estado, deberían pagar a las empresas por formar a un estudiante. Sin embargo, ni siquiera se leyó el proyecto de ley, se hizo agitación y, bueno, hubo una marchita.
Pero el tamaño de la mentira es gigantesco. Se dijo que “las empresas chupasangres, explotadoras, que solo buscan el lucro”, iban a esclavizar a los muchachos por tres años, porque los alumnos iban a trabajar sin remuneración. Todo es una reverenda mentira.
Según la Ley de Institutos, su reglamento y los lineamientos académicos generales contenidos en la resolución de Secretaría General del Ministerio de Educación N° 311-2017, las experiencias formativas en situaciones reales de trabajo (EFSRT) “son de ejecución obligatoria y requisito para la certificación modular y la obtención del título y/o grado por parte del estudiante”. No estamos entonces frente a una propuesta nueva ni aislada. Las EFSRT ya estaban incorporadas en el marco de la reforma educativa aplicable a los institutos tecnológicos.
El proyecto de ley precisa que los alumnos de estos institutos deben tener hasta 448 horas dedicadas a las EFSRT. Es decir, a prácticas en una empresa para convertirse en técnicos competitivos con habilidades para su empleabilidad. Como las carreras técnicas pueden durar hasta tres años, ese total de horas se puede dividir hasta en 150 horas anuales. En otras palabras, 12.5 horas mensuales. ¡Dios mío, esclavistas con muchachos que van a aprender a una fábrica durante tres días al mes con un máximo de cuatro horas en cada ocasión!
Pero eso no es todo. Como hemos señalado, el concepto de EFSRT proviene de la ley de institutos y su respectivo reglamento, que fueron elaborados durante la gestión de Jaime Saavedra en el Ministerio de Educación, con la entusiasta colaboración del general Daniel Mora. Pero allí no queda la cosa. Durante el gobierno de Alejandro Toledo se promulgó la Ley de modalidades formativas que reguló las prácticas preprofesionales y pasantías. ¿Por qué se levanta tanto humo entonces?
¿Por qué se ha presentado esta situación, que ha llevado de las narices a toda la clase política? Una primera explicación es que el antifujimorismo ciega de tal manera a algunos que se encontró la frase adecuada para intentar demoler a Rosa María Bartra, una congresista fujimorista, en base a una hemorragia de mentiras. En la polarización la verdad y los argumentos no interesan, solo vale demoler al rival.
Otra explicación tiene que ver con que el estatismo, el marxismo, que muchos periodistas cultivan sin explicitarlo o sin ser conscientes, encontró la circunstancia precisa para desarrollar un argumento anticapitalista. Las empresas no solo deben producir riqueza y pagar impuestos, sino que también deben pagar la educación de los futuros técnicos.
En países desarrollados como Alemania y Australia, la discusión se centra en cómo se incentiva a las empresas —mediante exoneraciones tributarias, por ejemplo— a contribuir en la formación de los estudiantes de las carreras técnicas; en cómo se conecta la educación con la producción, mediante una dialéctica en que se eleva la calidad de la educación y la productividad de las empresas. Sin embargo, en el Perú una campaña goebbeliana nos ha recordado que los esclavos del estatismo siguen en ofensiva total.
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