Editorial Economía

Nuestra capacidad de crecer y la amenaza antisistema

Reformas económicas y guerra cultural garantizan el desarrollo

Nuestra capacidad de crecer y la amenaza antisistema
  • 22 de enero del 2025


Si Chile, Perú y Colombia no hubiesen tenido economías y sociedades relativamente viables antes de la llegada de las izquierdas al poder, posiblemente los mencionados países estarían en una ruta bolivariana sin retorno, tal como acontece en Bolivia y ya sucedió en Venezuela. Sin la fortaleza de sus economías, sin el ensanchamiento de sus clases medias a lo mejor el eje bolivariano habría avanzado en replicar un sistema de estados colectivistas en la región, tal como sucedió con Rusia y Europa del Este con el sistema soviético del siglo pasado.

Sin embargo, esas proyecciones pesimistas no sucedieron. Muy por el contrario, cuando las izquierdas llegaron al poder en Chile, Perú y Colombia se convirtieron en un freno letal para el crecimiento y la reducción de pobreza. Todo se congeló o involucionó.

Analizando el modelo económico peruano de las últimas tres décadas y el frenazo que desencadenó la izquierda se desvelan los límites estructurales del proyecto del Socialismo del Siglo XXI y de las interpretaciones de las corrientes progresistas y neocomunistas. El modelo peruano –basado en el papel subsidiario del Estado con respecto a la inversión privada, el respeto irrestricto a los contratos y a la propiedad privada, la desregulación de precios y mercados y el libre comercio– en tres décadas logró cuadruplicar el PBI y reducir la pobreza del 60% de la población a 20%, antes de la pandemia y la llegada al poder de Pedro Castillo. Después del gobierno de Perú Libre la pobreza aumentó a cerca del 30% de la población.

El modelo económico entonces construyó el mayor momento de inclusión económica y social de nuestra historia republicana. Nunca hubo tanta inclusión y nunca se arrinconó tanto a la pobreza. En la segunda década del nuevo milenio el crecimiento se desplomó y se dejó de reducir la pobreza en varios puntos anuales por la burocratización y sobrerregulación del Estado, por la falta de nuevas reformas y por la ofensiva política y social de las izquierdas.

El discurso anti inversión, que cuestionaba el modelo económico basado en la inversión privada y la desregulación de los mercados, preparó la llegada de Castillo, quien comenzó un feroz intento de destruir la libertad económica y convocar a una constituyente. Sin embargo, los propios errores de la izquierda, el fallido golpe de Castillo y la resistencia nacional expulsaron a la izquierda bolivariana.

El modelo había resistido porque la ciudadanía se percató de que las izquierdas eran la fuente del frenazo y la involución económica. Sin embargo, si el Perú no vuelve a crecer a tasas altas y a reducir varios puntos de pobreza anual sucederá lo que acaeció en los países sin nuestras fortalezas económicas. Es decir, las clases medias emergentes, los sectores que dejaron de ser pobres, desesperados ante la falta de crecimiento y el temor a volver a caer en el abismo de la pobreza, pueden terminar respaldando el discurso populista de los demagogos colectivistas, como sucedió en Venezuela y acaece en Bolivia.

Por estas razones, en el Perú no solamente tenemos que garantizar una salida electoral viable en el 2026 a favor de la democracia y el mercado, sino que también tenemos que relanzar el crecimiento económico, y esta vez sin temores de avanzar hacia el desarrollo. ¿Una frase lanzada al viento? De ninguna manera. 

Si el país reformara el Estado –liquidando el Estado burocrático, reduciendo trámites y regulaciones, eliminando ministerios y pasando la motosierra sobre la burocracia, al estilo Milei–, si avanzara en una reforma tributaria para simplificar el cobro de impuestos y reducir tasas, si concretará una reforma laboral para flexibilizar los contratos de trabajo, si el país lograra materializar una verdadera reforma de la educación y del sistema de salud y cerrara las gigantescas brechas de infraestructura, nuestra sociedad volvería a crecer a tasas altas que sorprenderían al mundo, a reducir la pobreza en varios puntos anuales, y reduciría considerablemente el margen de maniobra de los proyectos antisistema.

El crecimiento sostenido del país y el aumento y la consolidación de las clases medias, al lado de una intensa guerra cultural e ideológica garantizarían nuestro avance hacia el desarrollo.

  • 22 de enero del 2025

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