El nuevo ataque de la minería ilegal y el crimen organi...
Luego de la pandemia y del gobierno de Pedro Castillo la pobreza aumentó considerablemente, y hoy uno de cada tres peruanos es considerado pobre. Luego de haber producido el milagro económico y social de haber cuadruplicado el PBI y haber bajado la pobreza del 60% de la población a 20% en las últimas tres décadas, la prédica colectivista en contra de la Constitución y favor de una asamblea constituyente, simplemente, paralizó el crecimiento económico. La inversión privada se desplomó y se presentó una fuga de capitales de más de US$ 15,000 millones, la mayor en las últimas décadas luego del velascato.
La economía nacional creció sobre el 3% el año que acaba de culminar, pero todos los economistas y las proyecciones indican que, por lo menos, se necesita crecer sobre el 4% para reducir la pobreza. Una de las cosas que no se suele subrayar con la suficiente fuerza es que la actual mediocridad económica también debería ser leída como parte del estancamiento de la inversión privada, el motor, la energía, la llave maestra, del actual modelo económico en el país.
En las últimas tres décadas la inversión privada en el Perú ha representado alrededor del 80% del total de la inversión nacional. Asimismo, este sector ha aportado más del 80% de los ingresos del Estado y, según el Banco Mundial, el sector privado explica el 80% de la reducción total de pobreza a través de la generación de empleo. En la primera década del nuevo milenio la inversión privada solía crecer anualmente sobre los dos dígitos (se llegó a crecer hasta el 25%) y el Perú crecía sobre el 6% anual del PBI y reducía varios puntos de pobreza.
Con la involución económica e institucional desde la segunda década del presente siglo, sobre todo a través de la burocratización del Estado y los movimientos en contra de la minería y las agroexportaciones, la inversión privada dejó de crecer y la economía comenzó a estancarse, surgiendo la actual mediocridad que no reduce pobreza.
El 2023 la economía entró en recesión y la inversión privada se desplomó más del 7% del PBI, y el 2024 apenas crecerá sobre el 2%, básicamente impulsada por el destrabe y el avance de antiguos proyectos de infraestructuras: la ampliación del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, la Línea 2 del Metro de Lima y Callao, y el Nuevo Terminal de Contenedores del Callao, entre otros.
¿Qué es lo que pretendemos señalar? Si la inversión privada no vuelve a crecer y a expandirse, entonces el Perú habría abandonado el modelo económico que desarrolla desde tres décadas atrás y que, de una u otra manera, ha producido el mayor momento de inclusión económica y social de la historia republicana. Sin crecimiento de la inversión privada la riqueza de la sociedad no aumentará y será difícil sacar de la pobreza a ese tercio de peruanos sumidos en ese problema.
Cuando en una sociedad se presenta esa situación no solamente se estanca la lucha contra la pobreza, sino que los sectores que han superado esta condición de exclusión se ven amenazados por la falta de crecimiento de la riqueza social, y en cualquier momento pueden volver a caer en la tragedia de la pobreza. En ese momento suele aparecer el populista, el demagogo, que propone una ilusión: expropiar la riqueza de la sociedad para repartirla entre los pobres. Ya sabemos que esas fórmulas solo crean fábricas de pobreza generalizada y totalitarismos de varias décadas. Bajo estos esquemas nació el sistema soviético y la actual tragedia de Venezuela y Bolivia, por ejemplo.
Allí reside la enorme importancia de volver a focalizar el debate nacional sobre el papel de la inversión privada en el modelo de desarrollo, una focalización que debería tener en la próxima campaña electoral un momento privilegiado. Con el debate se dejará en claro que en las últimas tres décadas el sector privado salvó y sostuvo al país, mientras que la política y el Estado fracasaron de principio a fin.
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