La minería y el agua sí son compatibles

Hace más de diez años, bajo el lema “agua sí, oro no”, el Perú dejó pasar la oportunidad de iniciar el proyecto minero Conga, en Cajamarca, que hubiera dinamizado la economía de esa región, una de las más pobres del país. Conga es una mina que contiene más de seis millones de onzas de oro, y en cuya explotación la empresa concesionaria planeaba invertir US$ 4,800 millones. Se esperaba que rindiera 680,000 onzas de oro y 235 millones de libras de cobre por año durante los primeros cinco años. El Instituto Peruano de Economía (IPE) señaló entonces que si el proyecto minero Conga no se hubiese paralizado, “el Estado habría recibido más de US$ 200 millones anuales en tributos… y debido a que la inversión y las exportaciones mineras tienen efectos sobre otras actividades de la economía, se perdieron también US$ 404 millones adicionales de PBI”.

Desde entonces, uno de los lugares comunes del radicalismo antiminero es afirmar que la minería inevitablemente contamina el agua, que debe usarse para el riego y el consumo humano. Una leyenda negra, como lo viene demostrando la minería moderna en casi todos los países del mundo. Aquí en Perú el mejor ejemplo es el proyecto minero Tía María, cuya preocupación por el agua lo ha llevado a formular cada vez mejores alternativas sobre este tema, aunque resulten más costosas. Inicialmente, el proyecto había propuesto usar para sus operaciones una parte del caudal del río Tambo, la fuente de agua más próxima. Por supuesto, los grupos antimineros protestaron y hasta señalaron que el río Tambo ya estaba siendo contaminado, ¡pero la mina no había realizado todavía ninguna actividad! Como reconoció la entonces ministra del Ambiente, Fabiola Muñoz: “Las aguas del río Tambo están contaminadas de arsénico y boro, y aún no se ha ejecutado la inversión minera…. este río tiene una contaminación natural porque la cabecera del río es una zona volcánica”.

Hace tres años Tía María cambió esa propuesta por otra mucho más interesante, pues no se utilizaría una sola gota del agua del río Tambo. Debido a la cercanía al mar de la mina, la empresa concesionaria, Southern Peru, propuso construir una gigantesca planta desalinizadora con capacidad para procesar 20,000 m3 de agua de mar al día. La inversión que planeaba ejecutar en esta planta Southern era de US$ 100 millones. La planta desalinizadora se instalaría al norte del poblado de Mejía, en el sector de playa de la provincia de Islay, en Arequipa. El agua de mar se extraería mediante una tubería que ingresaría 450 metros mar adentro y a 15 metros bajo la superficie de las aguas.

No obstante, recientemente Southern Peru le ha propuesto al Gobierno cambiar la planta de desalinización por la construcción de la represa de Paltiture (con una inversión aún mayor). Si bien la planta de desalinización proveería de agua potable tanto al proyecto como a las comunidades vecinas, la represa de Paltiture significará una mucho mayor contribución incluso para la agricultura regional. “La represa tendrá una capacidad de 73 millones de metros cúbicos, de los cuales la compañía usará como máximo 10 millones de metros cúbicos. Los 63 millones remanentes serán para el uso de la comunidad… la compañía considera que aumentando el suministro de agua generará beneficios más palpables para las comunidades locales”, explicó Southern Perú en un comunicado.

Con una inversión de US$ 2,000 millones, el proyecto minero Tía María, sin lugar a dudas, será uno de los principales motores de la economía arequipeña. Tía María producirá cerca de 120,000 toneladas métricas de cobre (TMC) anuales y aportará al país más de S/ 300 millones en canon y regalías. Además generará 9,000 empleos en su zona de influencia. El proyecto cuenta ya con todas las autorizaciones del Estado, incluso con la llamada “licencia social”.