El Ejecutivo acaba de anunciar que el Registro Integral de For...
En el Perú de cada cuatro trabajadores tres están en condición de informalidad, sin acceso a un sistema mínimo de salud ni sistema previsional. La Organización del Trabajo señala que el 75% de los empleos en el Perú es informal y apenas el 25% es formal. ¿Cómo explicar esta anomalía en una sociedad de ingreso medio como la peruana? Existen varias argumentaciones que señalan que el sistema tributario, las tasas y las sobrerregulaciones alejan a las empresas de la formalidad. Por ejemplo, casi el 80% de las pequeñas unidades económicas, la mayoría micro y pequeñas empresas, está en algún grado de informalidad. Sin embargo, otras explicaciones se focalizan en el sistema laboral del país, entre los diez más sobrerregulados del planeta.
En el Perú no existe libertad para contratar y cancelar una relación laboral, tal como sucede en cualquier país desarrollado en donde se ha alcanzado el pleno empleo. Finalmente, todos sabemos que un empleo es resultado y expresión de la productividad que ha alcanzado una empresa, depende en gran parte de las tendencias dominantes de la economía nacional. Si el empleo no dependiese de la productividad, de la rentabilidad de la empresa, entonces, estaríamos hablando de un puesto estatal o un empleo en una empresa pública que no se rige por las reglas de mercado.
En el 2001 el Tribunal Constitucional estableció que, ante el caso de un despido intempestivo, el trabajador tenía derecho a exigir la reposición en el puesto de trabajo antes que la indemnización. De esta manera el TC estableció una especie de estabilidad laboral absoluta que se convirtió en una muralla para el crecimiento del empleo formal.
La falta de flexibilidad laboral en los contratos de trabajo, pues, es una de las causas incontrastables de la informalidad.
En el Perú cualquier movimiento en el sentido de seguir sobrerregulando el trabajo y ahogando la libertad en los contratos de empleo parece destinado a permanecer. Por ejemplo, durante el gobierno provisional de Francisco Sugasti se aprobó la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria, Ley 27360, con el objeto de eliminar la flexibilidad laboral en los contratos de trabajo que habían posibilitado incrementar el empleo formal de 460,000 en el año 2004 –entre directos e indirectos– hasta más de un millón. La nueva ley agraria estableció el Bono Especial del Trabajador Agrario (BETA) que brinda al salario agrario 30% de bonificación sobre la remuneración mínima nacional, además de promover la negociación de pliegos por rama, empresas, y fomentar la sindicalización agraria.
Es evidente que el proyecto laboral del progresismo es realmente delirante. Propone poblar de sindicatos y luchas gremiales apenas el 5% de las tierras que cuenta con inversiones modernas, mientras el 95% restante es conducido por minifundistas que desarrollan agricultura de sobrevivencia. En otras palabras, se propone descapitalizar y destruir el poco empleo formal existente en la agricultura nacional.
Asimismo, vale recordar que durante el devastador gobierno de Pedro Castillo se aprobaron tres decretos supremos que prohibían la tercerización laboral, que fomentaban la sindicalización artificial por empresas y grupos económicos y promovían el libertinaje en el ejercicio del derecho de huelga. Hasta hoy esas normas no han sido derogadas. ¿Por qué?
¿Cómo entender esta situación? En Perú el triunfo cultural de las izquierdas ha llevado a considerar que el empresario es el villano y el trabajador la víctima. Es el sentido común que proviene de la narrativa marxista acerca de la plusvalía y la explotación del trabajador. Es decir, la narrativa que ha empobrecido a todas las sociedades modernas.
Paradójicamente los países que han alcanzado el desarrollo son los que han fomentado legislaciones a favor de la empresa porque consideran que ellas son la primera fuente de la innovación y la riqueza. Y los ciudadanos de los países con legislaciones a favor de los trabajadores, que fomentan sindicatos y la guerra de clases, suelen luchar por emigrar a los países procapitalistas. Es la historia de todo el siglo XX y XXI.
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