Como ya sabemos el Perú acaba de ser desplazado por el Congo co...
Según el reporte Mineral Commodity Summaries 2025, publicado el 31 de enero pasado por el U. S. Geological Survey (USGS) de los Estados Unidos, la república democrática del Congo ha desplazado al Perú como segundo productor mundial de cobre por dos años consecutivos. El señalado informe señala que el Perú produjo 2.76 millones de toneladas métricas finas (TMF) en el 2023, en tanto que el Congo sumó 3.3 millones; es decir el país africano produjo 540,000 TMF más que el Perú.
Según el informe del USGS, el 2024 el Perú produjo 2.6 millones TMF, un volumen menor a la producción del año anterior. El Congo, según el señalado reporte, volvió a sumar 3.3 millones TMF. Es decir, una producción superior en 700,000 TMF. Es evidente, pues, que el Perú ha sido desplazado del segundo lugar en la producción mundial de cobre.
¿Cómo ha podido suceder una situación semejante si el Perú tiene el 10% de las reservas mundiales del metal rojo en tanto que el Congo algo más del 3%? Una primera respuesta podría señalar que las minas del cobre tienen una ley del 4%, según informa Miguel Cardozo, ex presidente de Perumin, en tanto que la ley en las minas peruanas está entre 0.4% y 0.5%. En otras palabras, con menos producción de mineral, las minas del Congo producen más por la alta concentración.
Sin embargo, si algo así sucede es porque en el Perú, desde una década atrás, las izquierdas, las oenegés anticapitalistas y los sectores antimineros –algunos de ellos financiados por países que explotan el mineral en el Congo– desarrollaron una feroz campaña en contra de las inversiones mineras, sobre todo en cobre. Los relatos acerca de que la minería era una amenaza para los recursos hídricos de consumo humano y para la agricultura movilizaron a sectores de la población logrando interrumpir el ciclo de inversiones mineras en el país, sobre todo en Conga en Cajamarca y Tía María en Arequipa.
Pero no solo se trató de la conflictividad social, sino que también el Estado –bajo la influencia de las narrativas de las oenegés anticapitalistas– se sobrerreguló a tal extremo que se pasó de 15 a más de 265 procedimientos para materializar una inversión minera, en tanto que otras narrativas wokistas promovían la consulta previa –como manera de bloquear nuevas exploraciones–, calificando a las comunidades campesinas como “pueblos originarios”.
En este contexto de ofensiva antiminera no solo se bloqueó Conga, sino que se paralizó todo el cinturón de cobre del norte, integrado por La Granja, El Galeno, Michiquillay, entre otros, que habrían agregado un millón de TMF a los cerca de 2.7 millones de TMF que produce el Perú.
No es exagerado sostener que los competidores mundiales del Perú en la producción de cobre, en agroexportaciones, pesquería, entre otras actividades, financian a oenegés anticapitalistas con el objeto de frenar la producción nacional y favorecer a nuestros competidores. En el caso de la minería se requiere una investigación sería del periodismo independiente, no ideologizado, sobre el tema.
El asunto es grave. Si el cinturón de cobre del norte estuviera en plena producción, el Perú no solo sería el segundo productor mundial de cobre, sino que también se dispondría a disputar la primacía mundial. Cajamarca no sería la región más pobre del Perú, porque alcanzaría uno de los ingresos per cápita más alto del país. Y, a pesar de las recurrentes crisis políticas, el país no crecería apenas sobre el 3% porque alcanzaría expansiones sobre el 5% del PBI que posibilitarían seguir un camino sostenido de reducción de pobreza y expansión de las clases medias.
El daño de las oenegés anticapitalistas, del wokismo y de las izquierdas antimineras, pues, es incalculable en el Perú.
COMENTARIOS