El ministro de Desarrollo Agrario y Riego, Ángel Manero, anunci...
Las proyecciones indican que el Perú crecerá en alrededor de 3.2% del PBI en el presente año y, en comparación con los magros indicadores de la región, es un resultado que merecería celebrarse. Sin embargo, considerando que para reducir la pobreza en la sociedad se necesita por lo menos crecer sobre el 4% del PBI —tal como lo indican diversos estudios—, entonces, no hay mucho que celebrar porque en el país uno de cada tres peruanos es considerado pobre.
No obstante, si analizamos que la economía del 2024, de alguna manera, sigue siendo heredera del gobierno de Pedro Castillo —que llegó al poder para instalar una constituyente, abolir el Estado de derecho y desarrollar expropiaciones de la propiedad privada— el resultado de la economía en el 2024 sigue siendo auspicioso. Crecer sobre el 3% y mantener las principales columnas del modelo económico de pie, a pesar del descontrol del déficit fiscal que ha desatado el gobierno de Dina Boluarte, es un mérito cualquiera sea el punto de vista del análisis.
Sin embargo, si se analiza el problema desde el punto de vista de las posibilidades y potencialidades del Perú, todo se inclina hacia el pesimismo. En el 2024 conocimos que las ventajas comparativas en geografía determinaron que el país se convierta en el emplazamiento del megapuerto de Chancay para conectar la costa del Atlántico con la costa del Pacífico y convertir al Perú en el hub megaportuario de la entrada al Asia Pacífico. Casi inmediatamente se supo del proyecto del Puerto Espacial en Piura, en colaboración con la NASA de los Estados Unidos.
Si a estos proyectos le sumamos nuestro potencial para extender la agroexportación a la costa, la sierra y la selva; nuestra condición de potencia minera mundial, sobre todo en cobre y en oro; nuestras potencialidades en la pesca industrial y en el turismo, entonces, la conclusión debería ser que el Perú está perdiendo una nueva oportunidad en su historia nacional.
Con semejantes posibilidades el PBI potencial del país debería estar por encima del 6% del PBI —es decir, nuestra capacidad de crecer sin generar inflación—; sin embargo, el crecimiento potencial del PBI en la actualidad se ubica sobre el 3% del PBI en general. ¿Por qué estamos en esta situación? Por una evidente involución económica e institucional que empezó una década atrás y que se expresa en una extrema burocratización del Estado, la ausencia general de reformas de segunda generación y retrocesos evidentes como la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria (Ley 27360) y permisividades con la minería ilegal mediante la ampliación de los plazos del Reinfo del sector Energía y Minas.
La sociedad y la economía del país entonces deben salir de esta esquizofrenia que nos lleva del optimismo al pesimismo y debemos emprender reformas que transformen la institucionalidad y la economía nacional. Es evidente que las reformas y el optimismo dependerán del resultado de las elecciones del 2026, sobre todo luego del terrible aprendizaje con la elección de Pedro Castillo. Votar bien, con responsabilidad, al margen de los relatos egoístas e irresponsables del progresismo, es una condición fundamental para imaginar un futuro viable para el Perú.
El país necesita acabar con el Estado burocrático, simplificando trámites y procedimientos burocráticos, reduciendo ministerios, oficinas y dependencias innecesarias; la sociedad necesita una reforma tributaria para simplificar el cobro de los tributos y también reducir impuestos; igualmente se necesita una reforma laboral integral para formalizar el empleo. Asimismo, necesitamos avanzar en reformas audaces en el sistema educativo y en el sistema sanitario porque el país requiere una fuerza laboral saludable, educada, calificada y capaz de innovar en las grandes tendencias de la IV Revolución Industrial. Algo parecido debemos plantearnos en la solución de los problemas acumulados en infraestructuras.
Si el Perú, como se dice, no se pone en modo de reformas, todas las inversiones actuales seguirán siendo enclaves aislados, islas de prosperidad, rodeadas de enormes bolsones de exclusión. No lo permitamos porque ya nos pasó con la minería y las agroexportaciones, hoy injustamente atacados por demagogos.
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