Desesperación y desaceleración

Cuidado con las recetas efectistas y pasajeras que conducen al populismo estatista

La economía peruana apenas crecerá por encima del 2.5% del PBI el 2014 debido al desplome de la inversión privada, de las exportaciones y, sorprendentemente, el gasto público no crecerá nada. Por supuesto que estas cifras se presentan en medio de una reducción de los precios de los minerales e hidrocarburos en el planeta. Sin embargo, otros países como Ecuador, Bolivia, y Colombia crecerán por encima o cerca del 5% debido que enfrentaron la reducción del precio de los hidrocarburos con más producción e inversión.

En el Perú se hizo todo lo contrario. La cartera de inversiones mineras, petroleras y energéticas se paralizó por conflictos sociales, sobrerregulaciones –sobre todo ambientales- y por una alarmante indolencia del gobierno.

Felizmente, aunque tarde, el régimen toma nota de la situación y anuncia el cuarto paquete reactivador: 300 soles de aguinaldo para un millón 700 mil funcionarios públicos y jubilados, que representan unos 1,000 millones. Inversiones en Educación por 200 millones de soles y otros 400 millones para Desarrollo e Inclusión Social. Reducción de los plazos para aprobar los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), reducción de los aranceles a la importación de insumos, y un régimen especial para promover el empleo juvenil.

Sin embargo la desesperación comienza a extenderse ya no solo en el gobierno sino también en otros sectores. Un grupo de economistas, por ejemplo, cree que la salida está solo en las políticas contracíclicas y propone que el Banco Central queme reservas para aumentar el gasto público. Es decir, el Estado como el gran componedor de la crisis, el keynesianismo se despereza de su largo sueño. Al respecto habría que señalar que,de alguna manera, la desaceleración, la caída de la inversión privada y de las exportaciones, ya están quemando nuestras reservas, porque la diferencia entre lo que gastamos y lo que producimos comienza a ser del orden de más US$ 10,000 millones.

Salir a quemar reservas para un espejismo reactivador destruiría la reputación internacional del país y eso huele a programa chavista, a la archivada Gran Transformación. Nadie está en una trinchera fundamentalista. El gasto público y la política contracíclica son necesarios cuando se desploma la inversión privada. Pero empecemos gastando lo que está programado y evitemos el gasto cero en inversión pública del 2014.

La única manera de enfrentar el problema y recuperar el potencial de crecimiento es enfrentando los grandes problemas que explican nuestra desaceleración. En primer lugar, el Perú necesita recuperar un clima absolutamente favorable a la inversión: El empresario tiene que saber que las leyes y la sociedad son los medios naturales para sus emprendimientos. No hay otra.

En segundo lugar, tenemos que enfrentar la crisis institucional avanzando en reformar el Poder Judicial y desarrollando una movilización nacional contra la tramitología y las sobrerregulaciones que ahogan al ciudadano. En tercer lugar, debemos, ineludiblemente, impulsar la reforma de la educación y del sistema de salud, para desarrollar el capital humano del país.

En cuarto lugar, no hay mercado sin infraestructura. El mercado circula por una infraestructura legal, pero también sobre una infraestructura física: nadie puede vender, producir más, si no hay buenas carreteras, puentes y puertos. Afin calcula que el déficit en infraestructura material es del orden de US$ 88,000 millones.

En síntesis, la desaceleración se enfrenta con más competitividad para incrementar la productividad de la economía. Cualquier receta efectista, pasajera, puede hacer que el país recaiga en la droga y los alucinógenos del populismo estatista del pasado.