Días atrás en el distrito de Haquira –en l...
Las propuestas de la constituyente y de las nacionalizaciones, al margen de que hayan sido derrotadas por la resistencia nacional al colectivismo, han frenado tres décadas de crecimiento y de proceso de reducción de pobreza. En medio de todas las derrotas del Gobierno de Pedro Castillo, de Perú Libre y del Movadef, detener la expansión económica se puede considerar la mayor victoria para el proyecto del Foro de Sao Paulo por estos lares.
La defensa de la Constitución y de las libertades hasta el día de hoy se impone porque el proyecto chavista encontró a la sociedad peruana con un soberbio proceso de reducción de la pobreza. En tres décadas se redujo la pobreza del 60% de la población a 20% antes de la pandemia, y las clases medias llegaron a representar cerca del 40% de la población.
En la medida que el Perú no era una sociedad con mayoría en pobreza u otra en franco declive económico y social –como solía suceder en los procesos revolucionarios en la región– el Ejecutivo no tuvo mayores espacios para desarrollar políticas clientelistas y ensayar planes estatizadores del sector privado. Finalmente, los mercados formales y los centenares de mercados populares del país exigían que se mantengan las desregulaciones de la economía para que continuará fluyendo la inversión.
No obstante, esta situación no evita que la inversión privada comience una caída evidente y continúe la fuga de capitales. Al final del día, ¿quién se va a atrever a invertir en una economía en la que el jefe de Estado promueve una constituyente para cambiar el régimen económico, social y político de la República? Imposible. De allí que la inversión privada, el principal motor del modelo y el gran actor en la reducción de pobreza (la creación de empleo por parte de las empresas privadas explica el 75% del total de reducción de este flagelo social) comience a desplomarse en cámara lenta.
No es de extrañar entonces que, no obstante el superciclo de los precios de los minerales, la inversión minera se reduzca en 15%. Una década atrás, con otro superciclo de precios –aunque menor que el actual–, la inversión minera se expandió sobre el 150%. El modelo, el crecimiento, la creación de empleo y la reducción de pobreza, entonces, están bajo ataque general.
Si la pobreza aumenta y la clase media se reduce y el Gobierno continúa en el poder, tarde o temprano llegará la hora del zarpazo autoritario de la constituyente. La demagogia y el populismo suelen prosperar en todas las sociedades con mayoría de pobres.
Las cifras actuales son reveladoras: como efecto del rebote económico del año pasado la pobreza se redujo del 30% en el 2020 a 25.9% en el 2021. Sin embargo, no se logró alcanzar los bajos niveles del 2019, en el que este flagelo afectó a solo el 20.1% de la población.
En cuanto a las clases medias, igualmente no se logra recuperar los avances prepandemia. En el 2021 las clases medias representaban el 30.6% de la población y se recuperaron varios puntos del descenso al 26.1% del 2020. Sin embargo, no se recuperaron los avances de la clase media antes de la pandemia, cuando representaba cerca del 40% de la población.
Es evidente pues que la continuidad de un Gobierno que, adrede, alienta la destrucción de la economía, tarde o temprano, desembocará en el estribillo de la constituyente. Semejante predicción es como subrayar una muerte anunciada. Por todas estas consideraciones es hora de preguntarse qué está haciendo la oposición para defender el modelo económico, el crecimiento, la reducción de pobreza y la vigencia de las clases medias.
Al proyecto de la constituyente no solo se la detiene levantando murallas institucionales y políticas. Si no se salva el modelo, el crecimiento y el sector privado todo habrá sido un gran esfuerzo, pero estéril para detener la amenaza comunista.
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