Octavio Vinces

Villanos en el campo de juego

Villanos en el campo de juego
Octavio Vinces
02 de julio del 2015

El gran parecido entre la tolerancia venal de la Conmebol y ciertos caudillos.

La indecente y turbia acción con la que el chileno Jara provocó la expulsión del uruguayo Cavani, en el encuentro entre sus dos selecciones durante los cuartos de final de la última Copa América, pudiera ser una muestra bastante ilustrativa de algún tipo de estrategia que, con innegable eficacia, viene aplicándose en la región en ámbitos extradeportivos. Dado que la gravedad del hecho quedó plenamente evidenciada, ¿no sería lógico que la Conmebol hubiera despojado a los chilenos de una victoria en la que la superioridad numérica terminó siendo gravitante? Pero nada de eso, simplemente una suspensión de tres fechas para Jara y Chile avanzando a semifinales (y ahora a la final). Buen negocio, sin duda. Una metida de dedo puede ser el mejor recurso cuando no conlleva consecuencias negativas para el transgresor, o a lo sumo una sanción que resulta ridícula de cara al beneficio que este obtiene. Utilitarismo puro y duro.

Es curioso que nadie se sorprenda ni se cuestione con lo sucedido. El fútbol es así, alegarían algunos como explicación y puede que estén en lo cierto. Al fin y al cabo se trata de un deporte de hombres rudos y villanos, en el que abundan los campeones espurios o amañados, y no de un juego para señoritos. Sin embargo, en algunos países de la región otros terrenos parecen asemejarse peligrosamente al rectángulo futbolero. La guerra sucia también es una herramienta privilegiada del quehacer político cuando los poderosos no son sancionables y manipulan a sus anchas. Eso es lo que sucede, por ejemplo, cuando se adueñan de los medios de radiodifusión públicos y los usan como plataforma propagandística. Hugo Chávez fue un pionero en esta metodología, con sus interminables cadenas de radio y televisión y su maratónico programa «Aló Presidente», desde el que vomitaba bilis contra sus opositores. Tenía innegables dotes de comunicador —de estilo frenético y desenfadado— el comandante presidente, al que hoy en día no pocos se animan en calificar de genio de la política, de manera similar a como otros no han tenido reparos en mitificar al equipo de Estudiantes de La Plata que, sobre el final de la década de los 60 y bajo la dirección de Osvaldo Zubeldía, dominó la Copa Libertadores de América con jugadores que iban armados de agujas, escupían a los rivales y hasta calzaban botas con punteras y tacos de acero. Al parecer ese tipo de costumbres son de vieja data en el fútbol de Suramérica, y tal vez también en su política. No debería resultar curioso entonces que nadie parezca sorprendido.

Pero los tiempos cambian. La tecnología ha permitido que la reprobable acción de Jara quede grabada y pueda ser vista por todo el mundo, incluido el club alemán donde milita y que no tardó en manifestar su malestar y declararlo transferible. ¿No es que el fútbol era un deporte de hombres rudos y villanos, y no un juego para señoritos? La verdad de las cosas es que no estamos en Alemania, donde la televisión pública no se atrevería a difundir conversaciones privadas de WhatsApp de personas organizándose para ejercer su derecho a protestar contra el gobierno, como sí lo hizo la televisión pública ecuatoriana digitada por Rafael Correa, quien sigue zurrándose en el concepto de estado de derecho. Y nadie parece inmutarse. Al fin y al cabo en nuestra región la política es una actividad de hombres rudos y villanos (y también, como el fútbol, un vehículo para salir de la pobreza o ascender socialmente). Qué lástima y qué vergüenza. Más nos valdría ser gobernados por personas parecidas a los dirigentes alemanes del equipo del chileno Jara.

 

Por Octavio Vinces (*) (@ovinces)

02 – Julio – 2015

(*) Escritor y abogado, Master en Derecho por la Universidad de Cornell.

Octavio Vinces
02 de julio del 2015

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