Octavio Vinces

El nuevo rostro de Bolívar

El nuevo rostro de Bolívar
Octavio Vinces
11 de diciembre del 2015

Paciencia, sensatez y sentido común, fundamentales en Venezuela
 

El objetivo último de Hugo Chávez fue refundar Venezuela, en todos los sentidos. Por eso, además de crearle una nueva constitución, procuró que sus instituciones fueran rebautizadas y su historia reescrita. Lamentablemente no ha sido la venezolana una sociedad muy proclive a la memoria, con lo cual la tarea tenía que hacerse más sencilla. Chávez desenterró el recuerdo de la Guerra Federal, que, años después de la Independencia, enfrentó a liberales y conservadores y terminó diezmando el país, para hacerse de una mitología sobre la cual fundamentar el odio irracional contra una «oligarquía» que, para él, incluía a los grupos empresariales, la clase media, la iglesia, y todo aquel que osase no apoyar su proyecto hegemónico. Curiosa actitud de alguien que bien podía encarnar la movilidad social que, tras la dictadura de Pérez Jiménez, caracterizó a la democracia venezolana a través de instituciones como la universidad pública o las fuerzas armadas.

Quizá el más simbólico de los logros de Chávez en ese sentido, haya sido la manipulada reconstrucción del rostro de Simón Bolívar. De pronto, la imagen histórica del Libertador —la de los retratos de José Gil de Castro, por ejemplo, en los que sus rasgos eran los que resultan naturales para un criollo descendiente de vascos—, fue execrada de todo escenario público, para ser sustituida por la de un personaje ficticio, de apariencia curiosamente más cercana a la del propio Hugo Chávez.

Refundar la educación fue otro objetivo de la revolución bolivariana. Un sistema universitario paralelo fue la respuesta con la que Chávez reaccionó ante la tozuda oposición que encontró en las universidades tradicionales. Se crearon entonces centros de adoctrinamiento y formación ideológica, en los que el otorgamiento de un título profesional es una dádiva más dentro de un gran modelo clientelar y populista. Miles de graduados han salido de estas instituciones bolivarianas, y muchos de ellos forman parte hoy en día de la burocracia, el magisterio y el sistema público de salud.

¿Qué hacer con el rostro de la Venezuela del año 2015? ¿Qué hacer con los retratos del Bolívar chavista? ¿Qué con los egresados del deficiente sistema universitario alternativo?

Preguntas como estas serán esenciales en el corto plazo. En el año 2002, durante la huida de Chávez de Caracas tras un irresistible levantamiento popular, la primera medida de un gobierno de transición, pueril e inexperto, fue la derogación de la Constitución chavista de 1999. En menos de cuarenta y ocho horas, un Chávez fortalecido recuperó el poder. La revolución se radicalizó. Las consecuencias de todo esto, hasta hoy en día, han sido catastróficas.

Lo cierto es que, en muchos sentidos, no parece haber vuelta atrás posible. El rostro de Venezuela cambió drásticamente en diecisiete años de chavismo. Y también una parte importante de su alma. La oposición venezolana, con su mayoría calificada en la nueva Asamblea Nacional, deberá reconocerse en ese rostro y no pretender negarlo. Se trata de un gran desafío en el que la paciencia, la sensatez y el sentido común serán fundamentales. Afortunadamente, esta oposición parece haber madurado como fruto de largos y duros años de lucha.

 

Por: Octavio Vinces (@ovinces)

  • Escritor y abogado, máster en Derecho por la Universidad de Cornell

Octavio Vinces
11 de diciembre del 2015

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