Javier Agreda
Una cartografía emocional: “Un nombre para tu isla”
Reseña crítica del más reciente libro de cuentos de Katya Adaui

En Un nombre para tu isla (2025), Katya Adaui (Lima, 1977) nos entrega una serie de relatos construidos sobre una idea potente y sencilla: cada persona es una isla, y gran parte de nuestra vida consiste en intentar tender puentes hacia otras islas, las personas que nos rodean. El libro explora esta metáfora desde distintas aristas—amistad, amor, familia, trabajo—para revelar tanto la fragilidad como, a veces, la imposibilidad de esas conexiones. para mostrar la fragilidad y, a veces, la imposibilidad de esas conexiones. Los siete cuentos ofrecen variaciones sobre ese tema central, insistiendo en la tensión entre el deseo de cercanía y la soledad estructural de cada individuo.
En “Isla grande”, el texto central del libro, una pareja—ella de 45 años, él de 50—intenta recomponer su relación con un viaje a una isla tropical. Pero nada sale como esperan: discusiones, fraudes turísticos, peligros naturales. La isla vacacional, lejos de ser un espacio de reconciliación, se convierte en el escenario perfecto para exponer la erosión del vínculo. Y ni los numerosos obstáculos superados juntos durante la jornada ayudan a mejorar la relación. La narradora lo resume con crudeza: “En toda la madrugada no nos tocaremos. Cada uno en su viejo lado de la cama nueva. No se acercarán nuestras manos ni nuestros pies. Tocarse los dedos, ese abracadabra. Hoy no”.
“Una buena por cuatro malas” examina la compleja relación entre dos hermanos y su madre. La protagonista mantiene una relación afectiva, aunque distante, con su hermano trotamundos, nutrida de postales y correos electrónicos: “Durante diez años recibió postales, cartas y diapositivas… después las diapositivas, las cartas, las postales se convierten en correos electrónicos”. En cambio, la relación con la madre es tensa: “Los domingos almuerza con su madre de dos a tres horas en un restaurante… no menos de dos horas, no más de tres. En espacios controlados ninguna alzará la voz”. La situación se desborda cuando la madre, convencida de que su hijo está desaparecido en un conflicto bélico en Oriente Medio, convierte esa creencia en un espectáculo mediático. El regreso forzado del hermano demuestra que la convivencia entre los tres es imposible; solo las comunicaciones breves y mediadas parecen ser sostenibles.
Esa misma dificultad para establecer lazos sólidos atraviesa “Camalotes”, que aborda la amistad femenina a través de tres amigas que comparten un pasado laboral precario y experiencias marcadas por el machismo. “Nos conocimos a los diecinueve en una empresa de telefonía. Pasábamos las llamadas por cobrar. El primer trabajo de las tres. Turno de noche”, relata la narradora. Para su reencuentro alquilan, por un fin de semana, una casa a la orilla de un río, un espacio aislado y deteriorado. Allí, las conversaciones sinceras y el apoyo mutuo crean un refugio momentáneo frente a un entorno hostil. Sin embargo, la vuelta a la rutina marca el fin de ese pequeño paréntesis, subrayando que la conexión, aunque significativa, es siempre pasajera. La versión masculina de esta historia aparece en “Tal como está”, un relato más duro y violento.
Otros cuentos, como “Tripulación, puertas en manual, cross check y reportar” y “Un niño”, plantean situaciones en las que la empatía y la amistad son más imaginadas que reales. En el primero, la protagonista fantasea con un reencuentro amoroso en pleno vuelo, revelando la distancia insalvable entre el deseo y la realidad. En el segundo, un niño solitario en la playa inventa historias para justificar su abandono, buscando un contacto humano que nunca llega a materializarse. En conjunto, el libro explora con precisión y sensibilidad la dificultad de construir y mantener relaciones humanas; y los escenarios de tránsito—aviones, barcos, hoteles—acentúan la sensación de precariedad y transitoriedad de los vínculos. La autora demuestra un oído afinado para los diálogos y un ojo agudo para esos pequeños detalles que desnudan tanto la intimidad como la desconexión.
Adaui cuenta ya con una sólida y reconocida trayectoria en la narrativa breve. Es autora de los libros de cuentos Un accidente llamado familia (2007), Algo se nos ha escapado (2011), Aquí hay icebergs (2017) y Geografía de la oscuridad, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura 2023. Con Un nombre para tu isla, reafirma su capacidad para explorar, con rigor y sensibilidad, los territorios frágiles de los afectos y las fisuras inevitables de la convivencia humana.
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