Tiempos inhóspitos

Este gobierno está llegando a sus picos máximos de caos e inestabilidad. La indiferencia de Dina Boluarte se hace notar: primero fueron los Rolex, luego su intento de viajar durante los incendios forestales y ahora la dejadez acumulada y no poder capturar a Vladímir Cerrón. 

En ese sentido, no olvidemos que la Fiscalía y el Ministerio del Interior aparentemente no pueden capturar a Cerrón luego de un año entero de supuestos operativos de alto nivel. Ante este acontecimiento, que además viene acompañado de que el prófugo sigue haciendo conferencias por zoom y llamadas telefónicas con ciertos congresistas, la población, y me incluyo, piensa que la mandataria y la fiscalía nos están tomando el pelo, pues, verdaderamente no desean atraparlo.

Por el contrario, es posible que la razón de no querer tenerlo preso sea porque saben que Cerrón puede hablar de muchas cosas relacionadas con el partido Perú Libre que pondrán a la mandataria contras las cuerdas. Tenemos que recordar y enfatizar que este gobierno es la continuación del desastre improvisado del de Pedro Castillo y su titiritero Vladimir Cerrón. La única agenda que Perú Libre tuvo fue la asamblea constituyente. Al igual que Hugo Chávez o Evo Morales, la misión de Castillo era terminar con la vigencia de la Constitución que les permitió llegar al poder. 

Gracias a las fuerzas democráticas, en ese entonces unidas, se logró impedir que Perú Libre continuara sus propósitos autoritarios. El golpe de Estado de Castillo fue el último manotazo de ahogado de un gobierno que no tenía idea de cómo sacar a un país adelante, y que solamente seguía las directrices del socialismo internacional comandado desde el Grupo de Puebla. Castillo fue detenido luego de querer escapar a México. Pero subió la vicepresidenta, la cual en un primer momento coqueteó con la centro-derecha, pero no olvidemos que siempre mantuvo los mismos escaparates y métodos que su antecesor. 

Dina siempre utilizó el poder para blindarse, no le importó hacer cambios reales, y al día de hoy lo único que brilló en su gobierno fueron sus relojes. Atacó los problemas de seguridad y de economía con simples paliativos, al igual que Pedro Castillo con sus bonos. Al igual que Pedro Castillo, la actual presidenta cambia de ministros cada mes y siempre termina sacándolos del cargo porque no están dispuestos a protegerle las espaldas; o en algunos casos, como un gesto a la tribuna para ver si es que sus números de aceptación popular mejoran. Está claro, que ni Castillo ni Dina tienen la más mínima noción de cómo funciona un Estado de derecho o cómo es que debe cumplirse el cargo presidencial. No solo a nivel técnico sino también a nivel teórico. 

Es verdad que la izquierda critica a Dina de forma exagerada y por intereses meramente políticos, pues le interesa alejarse lo más posible del poder y pretende seguir las narrativas construidas a partir de las marchas, paros y vandalismo. Le es más útil la insurrección en ese sentido, al menos para mantener con vida su imagen política. Sin embargo, pese a que muchas de estas críticas sean infundadas, tenemos que aclarar que efectivamente Dina Boluarte es una presidenta muy ineficiente y su indiferencia le está costando mucho a los peruanos. 

Pero también, hay que aclarar siempre que los que pusieron a Dina en el sillón presidencial fueron los mismos que hicieron campaña por Pedro Castillo, los que vergonzosamente marcharon contra Manuel Merino y los que le cantaron Happy Birthday al lagarto Vizcarra.

Cabeza en alto, pues la derecha no puso a Dina, quien únicamente sobrevive. Mientras que la izquierda, para variar, se lava las manos.