Martin Santivañez
Sobre el realismo político
Solo el realismo es capaz de reformar eficazmente

Un partido político popular que aspire a establecer un escenario de hegemonía debe estar fundado en el realismo político. El realismo político aspira a construir políticas públicas en función a cada caso concreto (tailoring) y tomando en cuenta los diversos particularismos que se presentan en la vida real. Un país tan complejo como el Perú difícilmente puede adoptar soluciones homogéneas para todo el territorio aunque, por supuesto, caben directrices que son trasversales y que encarnan los principios que todo Estado pretende fomentar. Con todo, el realismo debe implementarse micro-administrativamente y esto solo es posible si el Estado desarrolla nuevos mecanismos de gestión pública e incorpora a una nueva generación de gestores capaces de llevar a cabo esta reestructuración de la sociedad.
Para ello, debemos superar la vieja dicotomía entre el posibilismo y el voluntarismo. A pesar de la caída del Muro de Berlín, Latinoamérica continúa siendo un campo fértil para el populismo de raíz izquierdista. Esto es natural, teniendo en cuenta que amplios sectores de la sociedad europea continúan bajo el hechizo de la demagogia populista. El ejemplo de Podemos en España es concluyente. Ahora bien, la superación del voluntarismo político, tan arraigado en el estilo populista, pasa por construir organizaciones que estén dispuestas a provocar cambios realistas, aunque ello implique renunciar al maximalismo propio de toda promesa política. En el caso del desarrollo institucional, el realismo está condenado a protagonizar un proceso lento y esta lentitud tiene un costo electoral. Ahora bien, si ciertamente el desarrollo institucional es lento, la satisfacción de las necesidades básicas, la política pragmática de lo que precisa el pueblo de manera inmediata, genera un respaldo sostenido capaz de conquistar la memoria colectiva. El fujimorismo como fenómeno político es la prueba concreta de esta tensión. La debilidad institucional pudo convivir con la satisfacción eficiente de las grandes necesidades populares.
El voluntarismo ha conducido al Perú a un estado de permanente división. El desconocimiento de la realidad peruana, la ignorancia sobre los particularismos de entorno y actores, ha provocado la pérdida del prestigio del Estado y la ineficacia de sucesivos gobiernos. El voluntarismo siempre tiene un móvil ideológico y populista. De allí que combatir el voluntarismo es el principal objetivo de todo realismo político. Tomemos como ejemplo lo que acaba de suceder con la publicación de los textos del Minedu, con graves errores de redacción e información. Los textos errados son el resultado del voluntarismo político. El voluntarismo no identifica problemas reales, por el contrario, el determinismo pseudo-científico de sus modelos teóricos obliga a los técnicos del voluntarismo a despreciar la experiencia realista para abocarse a una falsa reforma. Por eso, toda reforma que parte del voluntarismo está condenada al fracaso. Solo el realismo es capaz de reformar eficazmente, porque la política posibilista alcanza objetivos concretos, respetando a los actores, convocándolos para la reforma, tomando en cuenta sus ideas, no ignorándolos o vetándolos de antemano por motivos ideológicos disfrazados de modernidad. Cuando no se convoca a los actores, cuando no se toma en cuenta su opinión, el voluntarismo imprime los textos del error, los manuales de la teoría, tan alejados de la práctica como el ceteris paribus de la realidad.
Martín Santiváñez Vivanco
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