Hugo Neira

Si se ven de lejos, las cosas se aclaran

El gran problema de los peruanos es la alteridad

Si se ven de lejos, las cosas se aclaran
Hugo Neira
01 de septiembre del 2019

 

Vuelvo a lo que me asombra y preocupa. El clima social, más fabricado que real. No hay que ser un águila para darse cuenta de lo que pasa. Con más líos y manipulaciones que un Game of Thrones a la peruana. 

Sin embargo, leo los diarios, y no están tan mal como se dice. La prueba, un artículo de Jaime de Althaus: «La crisis política que ahora vivimos ha sido generada por el propio pedido de adelanto de elecciones». «El adelanto de las elecciones generales sería desastroso para el país no solo por la parálisis de la economía que entraña» y «que ya se siente». Por lo demás, «ya no hay tiempo», «sería improvisación pura». Ahora bien, las abuelas nos dirían piensa mal y acertarás. ¿Qué se busca? ¿No seis o siete partidos sólidos, sino una caterva de partiditos malquistados entre ellos mismos? Los enanitos del cuento, ¿y quién será Blancanieves? La meta es un megapresidencialismo. Un tema que rebasa estas líneas.

Pese al desdén actual por todo lo que sea razonable, he escuchado en RPP a varios invitados, entre ellos Flores-Aráoz, que soltó una idea que casi pasa desapercibida. Si el presidente Vizcarra impone el cierre del Congreso, sería además «un mal antecedente». Y entonces, pensé en poner, en esta columna, lo que sigue. 

Había una vez un país europeo, nación industrial, poderosa, que se fue a una guerra y la perdieron. En los años veinte les fue muy difícil reconstruirse. Ya no había Imperio alemán sino la República de Weimar. A los efectos de la Primera Guerra Mundial se suma la crisis de 1929. Y es entonces cuando los electores alemanes buscan un hombre seguro, un héroe de la guerra. Y lo encuentran en Paul von Hindenburg. En l916 había sido el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Alemania. Un aristócrata prusiano. Su prestigio y la crisis política lo llevan a las elecciones. Pero entre 1928 y 1931, el partido nacionalsocialista —el partido de Adolf Hitler— pasa de 2,6% a 18,3%. Y es así como en octubre de 1931, lo enfrenta Paul von Hindenburg y obtiene 16 millones de votos, ante los 11 millones de los nazis. Pero hay un problema. En la calle, debido a la crisis, se enfrentaban dos fuerzas por igual fanáticas. Comunistas y nazis. Ambos vestidos con uniformes. Hindenburg, gran jefe prusiano, detestaba a ese plebeyo, el cabo Hitler. ¿Pero quién podía parar en las calles a los comunistas? No hay que olvidar que, en Moscú, Stalin esperaba una Alemania revolucionaria. Finalmente, en nombre de la patria, Hindenburg llama a Hitler. 

El mariscal-presidente se había acostumbrado a gobernar con decretos presidenciales. Su gobierno era personalista. Y lo que le da al flamante Hitler es muy poco: apenas dos ministros, Göring y Wilhelm Frick. Suficiente, uno de ellos es ministro de la Policía. Y una mañana, el Reichstag es incendiado. En horas, miles de alemanes son puestos en prisión. El incendio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933, cambia todo. Hindenburg, ya muy enfermo, pide a Hitler restablecer el orden legal, pero es tarde. Un año después, muere víctima de un cáncer al pulmón. El nazismo había preparado una ley para fusionar Presidencia y Cancillería. Y el parlamento vota la «ley del poder». Hitler gobierna sin límite alguno. En efecto, funcionó la industria, la economía, pero luego todo se fue al infierno porque el Führer decidió la guerra.

Regreso a la cuestión planteada por Flores-Aráoz. ¡El «precedente»! ¿Qué estamos haciendo? Volvemos a los comienzos del siglo XX. Otra vez al leguiísmo. A lo que había llamado el inteligente Pedro Planas la República autocrática. ¡En 1994! Me da pena decirlo, pero no hemos avanzado ni en moralidad ni en política. Involucionamos colectivamente.

Es la crisis no solo moral sino cognitiva lo que me preocupa. Como sociólogo, me interesan los problemas de fondo. Por lo general, invisibles. Un día de esos, me invitaron a una cena con el padre Gutiérrez. Y en la conversación a alguien se le ocurrió decir, «la voz del pueblo es la voz de dios». Y entonces el padre de la Teología de la liberación le contestó: «ni la voz del pueblo, es la voz de Dios». Y esa noche, lo admiré. 

¿Qué nos pasa? Los pueblos suelen equivocarse. ¿No es acaso cierto que votaron por Hitler, por Chávez, por Trump tras la manipulación de los rusos en las redes? La política se ha inventado para que una minoría se ocupe del "bien común". Desde los tiempos del clan primitivo, la tribu, los imperios a los gobiernos de hoy. Pero la gente está ocupada en sus quehaceres, y alguien decide por ellos, el jefe de tribu, el Rey, el Presidente. Desde 1789, desde que hay repúblicas, el poder legal se entrega a grupos o personas, pero por un cierto tiempo. Una de las características de la democracia es que es pro tempore. Es decir, los candidatos se presentan al electorado a intervalos regulares (Juan J. Linz). La idea y uso de los tres poderes es práctica corriente. Viene de Montesquieu, «a un poder lo frena otro poder». Siglo XVIII. Pero todavía en Perú hay gente que ignora que los países más equilibrados y más felices son los que tienen parlamentos. Además que nos consume una tendencia al decisionismo, se suma a nuestros problemas el vacío cognitivo provocado por el resultado del desplome de la enseñanza peruana tras 30 años de deseducación. Desaparecieron los cursos de Educación Cívica, Lógica y Gramática. No se formó ciudadanos.

 

Entonces, ¿cómo nos ven en el resto del mundo? 

Las imágenes que acompañan estas líneas provienen del World Values Survey, un mapeo de valores, uno hecho en el 2014, y el otro, en el 2018. Hace cuatro años estábamos en el grupo latinoamericano y cerca de Chile. En el segundo mapeo, ya no. Estamos fuera de la América Latina, en el paquete de «africanos-islámicos», junto a Uganda, Yemen, Libia, Bangladesh, Ruanda y Zimbabue. ¿Cómo nos ven? Como un Estado islámico. No lo digo yo, sino entidades internacionales e imparciales. He aquí el brillante resultado de atizar odios. O sea, intolerantes hasta el extremo. Volvió la noche. Peor que en los días de auge senderista. 

Entre tanto, ¿vacancias, cierres? Que se vayan todos, pero a su hora. Por mi parte, que siga Vizcarra. Que siga el Congreso hasta el 2021. Y que hagan lo que tienen que hacer. Ponerse de acuerdo. Por lo demás, no es posible que los odios del lumpen le pongan la agenda al Gobierno, como lo ha hecho ese gobernador de Arequipa, que se las trae. ¿Se han fijado en el uniforme que se ha inventado? 

En fin, pareciera que los dioses quieren que nos disputemos. San Martín y Bolívar; Piérola y Cáceres; Haya y Sánchez Cerro. Keiko imprudentemente diciendo por chat a su bancada cómo aplaudir al finalizar su discurso PPK. El gran problema de los peruanos no es la identidad sino la alteridad. La cuestión del otro. No lo aguantamos. Sea blanco, mestizo, indio, negro, chino o cholo o nisei, lo que sea. No queremos ser iguales. ¿Cómo entonces, una república? ¿Cuando se aplasta al «otro»?

 

Hugo Neira
01 de septiembre del 2019

NOTICIAS RELACIONADAS >

El principio monista del pensamiento chino

Columnas

El principio monista del pensamiento chino

El cogito chino es monista. “Quiere decir que no hay oposici&oac...

09 de diciembre
El mundo increado del pensamiento chino

Columnas

El mundo increado del pensamiento chino

China es el nombre de una civilización que se ha desarrollado e...

25 de noviembre
Tiempo y destiempo. ¿El pasado tiene porvenir? (II)

Columnas

Tiempo y destiempo. ¿El pasado tiene porvenir? (II)

Observemos el paisaje intelectual y científico del fin de siglo...

11 de noviembre